La Puna y La Yunga
- Marcos Astegiano

- 14 ago 2022
- 13 Min. de lectura

Hola a todos
Me he planteado varios objetivos para realizar en moto
Sólo como meta.
Nunca como obligación
Cosa que, si no los cumplo, no me frustre
Uno de ellos es hacer la totalidad de la ruta 40.
La he recorrido casi toda, excepto el tramo más al norte, desde San Antonio De Los Cobres hasta La Quiaca

Otro es hacer todos los parques nacionales. De estos aún me faltan un montón.
Ideé un viaje partiendo desde Salta para unir lo que me falta de la 40, hacer unos paseos por la sinuosa cordillera cercana a La Quiaca y terminar en el parque nacional Calilegua, al este de Jujuy
Estas fechas de fin de enero son buenas, porque todo se encuentra a grandes altitudes y se escapa del calor.
Lo malo es que en esta estación los ríos, por las lluvias de verano, suelen venir crecidos y algunas veces son imposibles de vadear.
Y todos saben que ha llovido mucho en el norte recientemente.
Ayer después de un periplo de 1350 kms desde Mendoza en sólo catorce horas y dos paradas rápidas llegamos a Salta.
Al viaje se unieron Beli desde Bs As, quien envió su moto a Mendoza para traerla en mi camioneta y llegó en avión a salta, Pecas y un nuevo integrante, el Colo, de Corralitos, Mendoza y el eterno Marcelito, mi escudero de toda la vida.
A último momento, la mamá de Marce tuvo un problema importante de salud y éste se tuvo que quedar.
Una baja importante
Las motos: mi querida KTM 690, el Colo en una 390, Beli con la 790 y Pecas con la Tenere.

Esta mañana partimos los cuatro rumbo San Antonio De Los Cobres.
Hasta esa ciudad es todo asfalto, en un muy lindo camino de montaña.
Las lluvias habían dejado su marca. Innumerables cortes donde había pasado agua, dejando un tendal de piedras sobre el camino.
Pasamos por el Abra Blanca, a más de 4100 de altura.
Fresco tirando a frío
En SACobres repusimos combustible y energía en el cuerpo merced a unos tamales y milanesas de llama.
Nos advirtieron que la 40 hasta Susques estaba muy mala y tal vez intransitable por la crecida de los ríos.
Para dejar de lado los run run, nos acercamos hasta gendarmería, quienes nos informaron de que estaba muy malo pero transitable.
Salimos rumbo la Polvorilla, hicimos una lindas fotos en el viaducto y continuamos viaje.
A partir de allí comenzó lo lindo.
La 40 corre pegada a la traza del río Polvorílla.
Las crecidas comieron todo el camino por unos 9 kms.
Había que circular casi por el lecho del río, que traía bastante agua, y era bien barroso.
Muy deslizante
Y cuando podíamos circula por algún jirón de camino, éste estaba con tremendos cortes por el descenso de agua, que hacían muy dificultoso transitarlos.
Peludo
A partir de allí se fue componiendo de a poco para circular por una ancha cinta de ripio.
En el horizonte se veía una amenazante nube.
Por supuesto, en la dirección hacia donde íbamos.
Comenzamos a subir por una cuesta y nos encontramos con la nube.
A 4500 de altitud.
Un poco de neblina primero, gran bajada de temperatura, y una lluvia finita, tipo nevisca, que a medida que subíamos se acumulaba en el costado de la ruta y se transformaba en pequeño granizo, (garrotillo le llamamos en Mendoza).
No sólo nos helábamos, sino que el impacto del granizo en la cara en el área donde las antiparras no protegen duele muchísimo.
El termómetro de la 790 marcaba 2 grados.

La sensación térmica debe haber sido de varios grados bajo cero.
Esto duró por unos 20 Kms.
Cuando amainó un poco nos detuvimos.
El equipo del Colo lo debe hacer heredado de un abuelo que era motorista en alguna de las dos guerras mundiales.
Una campera vieja y permeable, y unos pantalones de cross.
El equipo de pecas un poco más moderno. De la época de Evel Knievel.
Beli y yo con equipos tech.
¿Resultado?
Los dos primeros, ateridos tuvieron que cambiarse toda la ropa mojada, mientras temblaban como una hoja.
Moraleja.
Motos de varios miles de dólares ameritan equipos de varios cientos de dólares.
Continuamos por una anchísima y pareja ruta de ripio a velocidades por encima de los 120 km/h.

Con mucho cuidado por los traicioneros cortes que cada tanto hacia una bajada de agua.
La cuarenta, por 130 km, contiene tres simpáticos pueblos de la puna.
Puesto Sey
Pastos Chicos
Y Huáncar.

Muy humildes, donde en los tres destacan sus capillas.
Ya estamos en un cómodo hotel en Susques.
Mañana la etapa Susques/ La Quiaca por 320 km de ripio.
Ya les contaré
La Puna, nuevamente
Capítulo 2

Ayer por la tarde, en Susques, comenzó a llover.
Pero una de esas lluvias copiosas.
Una cortina de agua
Y duró hasta las tres de la mañana.
Una lluvia como las de la Pampa húmeda, de más de siete horas de duración, ¡¡¡en la puna!!!
Susques está a 120 km del desierto de Atacama, el lugar más seco del mundo.
¡Ay cambio climático!
Imagínense nuestras caras mientras viajamos en el hotel, viendo como se venía el cielo abajo, sabiendo que al día siguiente debíamos hacer 350 kms por la cordillera totalmente mojada...
Y amaneció sin llover, pero muy encapotado y amenazante.
Partimos
A los tres kilómetros, una máquina de vialidad nos avisa que, a partir de allí, fuésemos con cuidado ya que había barro.
Yo nací en un pueblo de Santa fe, sin pavimento, y los viajes a Rosario cuando llovía eran épicos.
Pero eso era tierra negra.
Aquí, era arcilla.
Que combinada con abundante agua de lluvia forma una pasta cuya patinosidad envidia el mejor jabón.
Si sumamos al piso enjabonado las subidas a las cuestas de la puna, en dos ruedas y la interminable cantidad de cortadas por el agua que bajaba, imagínense el esfuerzo para no caerse.
Ese esfuerzo, a más de cuatro mil de altitud te deja exhausto.
¿Pero exhausto en serio eh?
Y no fueron dos o tres kilómetros.
Fueron 35
Que nos parecieron miles.
Por si fuera poco, en el medio del jaleo comenzó a nevar....

Demoramos una hora y media para esos kilómetros.
Luego de otros 37 ya no tan complicados kilómetros, pero peludos igual, llegamos a Coranzuli, el primer pueblo en esta etapa de la 40.
Allí nos desahuciaron.
Nos informaron que no había forma de seguir para adelante
Hasta Mina Pirquitas, con un poco de suerte podríamos llegar.
Pero de allí en más, era imposible cruzar los ríos.
Insistimos, nos dimos aliento, pero no.

Llegar en unas cuantas horas a un río, no poder pasarlo y regresar a ataques por los mismos tenebrosos caminos no era una opción.
Yo conocía un atajo, que abandona la 40 y llega a Abra Pampa, cerca de la quiaca.
Averiguamos y las opiniones eran disímiles.
Muy difícil que en la puna sus habitantes coincidan en sus opiniones.
Aun tratándose de algo tan objetivo como el estado de un camino.
Consolidamos las opiniones de todos los coyas y decidimos largarnos por ahí.
Nos habían dicho que había ríos crecidos, pero nadie sabía si podríamos cruzarlos.
Así que, con mucha incógnita, hicimos 10 km por la 40 y la abandonamos en el cruce con la 74.
Estaba Detonada
Por las lluvias
El camino lavado, a veces con barro y a veces con piedras.
Las piedras eran verdaderas trialeras, bien jodidas.
El barro, un jabón.
Los promedios de velocidad, bochornosos.
Muy difícil
A unos treinta kms recorridos en esas condiciones, subiendo una cuesta empinada, apareció un camión, encajado en una cortada de barro en una subida con precipicio al costado.
Estuvimos una hora haciendo fuerza para ayudar a sacarlo.
Sin éxito.
Lo dejamos prometiéndole enviar ayuda.
A los pocos kms comenzó el descenso, por unos 10 kms, que fueron muy, pero muy endureros.
Muchas cortadas, piedras, derrumbes conjugados con mucho barro.
Muy duro
Y al final del descenso, apareció uno de los ríos bravos.
Y estaba muy crecido
Lo estudiamos por muchos lados y determinamos cruzar por un lugar que nos pareció bueno.
Encaró Beli, con éxito
Seguí yo
Faltando un par de metros, le rueda trasera perdió tracción y me fui al agua.
Antes de caer, pude apagar el motor.
Con Beli la sacamos en el acto.
Los otros dos cruzaron bien.
Pecas con la moto al costado, ayudado por Beli y por mí.
El Coló pudo sólo.
Revisamos el filtro de aire de mi moto por si hubiera entrado agua, cosa que parecía no haber sucedido, la paramos entre todos por la rueda trasera,y del escape salieron unos cuantos litros de agua.
Nos encomendamos a Dios y le dimos arranque, rogando que no le hubiera entrado agua al cilindro.
Arrancó con un rugido.
La Kata estaba 10 puntos
Avanzamos por barriales y cortadas hasta un caserío donde dimos la alerta por el camión encajado y proseguimos, cruzando una docena de ríos muy crecidos.
Ya con más experiencia los cruces fueron más profesionales.
Uno de nosotros lo caminaba y determinaba el sector del cruce.
En uno de ellos, tal vez el que más agua traía, por un exceso de velocidad, en mi 690 algo se mojó y no pude terminar de cruzar ya que el motor se apagó. Lo termine cruzando, empujando la moto. Después de unos minutos, arrancó y seguí viaje sin novedad.
Llevábamos cuatro horas donde sólo habíamos hecho 60 kms cuando apareció el cruce con la ruta 11.
Ésta también de ripio, pero más importante que la 74.
Supuse que estaría mejor mantenida.
Error
Estaba totalmente inundada, con barro muy patinoso, y, debido al tránsito, con unos huellones tremendos, donde si la rueda caía en ellos, seguro besabas el suelo.
Requirió externa concentración.
Llegamos a las cinco de la tarde a Abra Pampa.
Muertos de cansancio, frío y hambre
Pero felices
Los setenta de asfalto hasta la Quiaca sirvieron para que, al relajarnos, comenzaremos a sentir frío.

Fueron siete horas de uno de los Enduros más extremos que haya tenido.
No tanto por la extrema dificultad, sino por lo continuo de las mismas.
No tuvimos un minuto de descanso.
Pasamos por barro, lluvia, nieve, piedras, vadeos difíciles, trialeras y cortadas.
No faltó nada.
La cereza del postre la tuvimos al llegar a la Quiaca:
Mi hermano, amigo y escudero Marcelo López estaba en el hotel.
Su mamá mejoró, y el tipo cargó su XR 650 en la Toyota y se vino.
A partir de ahora, seremos los cinco.
Muy cansados, vamos por una parrillada, un par de ibuprofenos antes de acostarse y a dormir mucho, que la fatiga y el agotamiento ayudan
Hasta mañana
La Puna nuevamente
Capítulo tres
Hoy era un día para ir a conocer los alrededores de la quiaca.
El plan era tomar la ruta 5, paralela al límite con Bolivia, hasta su fin en el pueblo de Santa Victoria.
120 kms de ripio, en camino de cornisa
Y regresar a la quiaca
Era un buen plan
Si no fuera que la puna estaba bajo agua.
Después del día de ayer, teníamos ganas de descansar.
Pero a Marcelito, después de la patriada que se había mandado, no lo podíamos dejar a pie.
Así que partimos nomas
Con la consigna que si se ponía bravo, regresábamos.
En la localidad de Yavi, a sólo 15 km de la quiaca comienza el ripio.
Esperábamos, al igual que ayer, rutas inundadas y con cortadas.
El ripio estaba seco y muy bien mantenido.
Comenzamos a subir y para nuestra sorpresa el camino estaba impecable.
La cuesta era larga, de cornisa y con vistas espectaculares.
Muy nublado, pero sin agua.

Llegamos al Abra Lizoite, a 4500 mts de altitud y desandamos, por un camino divino, la ruta hasta Santa victoria, por 100 kms de ensueño.

Los últimos kilómetros ya se transitan por la yunga.
La yunga es una región boscosa, andina, que nace en Bolivia y se extiende al norte argentino.
Es increíble como cambia de repente la aridez de la puna por montaña verdes, repletas de vegetación y selva. Aún a más de tres mil metros de altitud.

Una belleza.
El pueblito Santa Victoria muy simpático.

Compramos un poco de fiambre y pan. En un lugar que ya habíamos detectado almorzamos unos sándwiches, mientras veíamos como las nubes que nos hicieron de techo en nuestro recorrido de ida, comenzaban a descender, tapando las cimas.
Con la panza llena comenzamos el regreso.
Apenas comenzamos a subir, nos metimos en nube.
Con la consecuencia de una densa neblina, que nos hacía adivinar el camino más que verlo, lluvia muy finita, típica de la neblina, y por supuesto, frío.
El frío de la neblina aumentado por la altura.
Y mojados.
Después de unos kms de descifrar donde estaba el camino, el frío hizo presa de nuestras manos.
No había forma de que no se congelaran.
Frío externo, viento y agua.
No hay guante que aguante.
Y menos los de Enduro.
Viajamos en nube por casi la totalidad del regreso.
Con mucho, mucho frío.
Y una tremenda tensión por acertar el camino, y tratar de sentir lo que pasaba bajo nuestras ruedas, ya que mirarlo era imposible.
Ya llegando a destino salimos de las nubes, y un tibio sol calentó algo nuestros cuerpos.
Que quedó del día de hoy.
Los tremendos paisajes de esta zona.
Los caminos de cornisa
La habilidad para conducir alegremente una moto por ellos.
Y la cofradía que genera el motociclismo.
Mañana comenzamos a bajar al sur, por caminos no tradicionales.
Ya les contaré
La Puna, nuevamente
Capítulo 4
Les conté que el día de ayer pasamos frío.
Pecas, además se empapó.
Anoche comenzó con tos.
No dejo dormir a nadie
Ni él por supuesto
Esta mañana estaba hecho polvo.
Le recomendamos no hacer el circuito del día.
Podría seguir lloviendo y con frio.
Le sugerimos ir directamente al destino, a mediodía y recostarse en la cabaña en Humahuca mientras nos esperaba.
El Coló decidió acompañarlo.
Así que el derrotero del día lo haríamos sólo tres.
Había armado un largo camino de montaña, todo de ripio por supuesto, para llegar al pueblo de Nazareno, distante 120 km de La Quiaca.
Tenía referencia de que el camino era muy lindo, paisajísticamente hablando.
Y de que el pueblito estaba enclavado en un valle que era un primor.
Luego desandaríamos camino por 60 kms, hasta un cruce que en otros 70 de ripio nos depositaria en la ruta 9, cerca de Abra Pampa.
Unos 240 de tierra.
Y otros 120 de asfalto, por la R9 para llegar a Humahuca nuestro destino final.
Salimos muy tarde, a las doce.
Estuvimos toda la mañana reparando una falla en el carburador de la XR de Marcelito.
Con éxito.
Los primeros kms fueron de una recta con ripio en perfecto estado que nos llevó hacia la cordillera que divide Jujuy de Salta.
El límite entre ambas provincias se encuentra en un abra a unos 4000 metros de altitud.
Se llega rápido, por el buen estado del camino.
Un ripio consolidado, bien mantenido te permite velocidades altas, aún en la zona de cuestas, donde la infinidad de curvas se transitan fuerte, gracias al buen firme del piso, lo que provoca gran placer al conducir.
Ya entrados en Salta el camino de cornisa va bordeando cerros, con precipicios muy profundos.
Y unas vistas espectaculares.

A mitad de camino, subiendo y subiendo, se encuentra el abra Fundición, un paso de gran altitud (5050 mts) con bastante nieve.
¡Lindísimo de transitar y más lindo de ver!


Luego se comienza a bajar por una decena de kms hasta un valle donde comienza otra vez la Yunga.
A partir de allí, y por unos veinte kms, se sube en zig zag una cuesta altísima, y cuando se llega a la cima y se desciende, comienzan uno de los paisajes más lindos que he visto.
Quebradas muy profundas, con cerros plagados de vegetación, que, en el día de hoy, muy nublado y con nubes bajas creaban un efecto de luz alucinante.
Muy muy lindo


Demoramos mucho en descender, ya que las vistas con el pueblo abajo ameritaron un sin fin de fotos y vídeos.
Una maravilla
El pueblito es de ensueño.
Intentamos continuar por unos pocos kms hasta la Cuesta Azul, que es donde termina la ruta, pero lo que el GPS proponía como ruta era un sendero de cabras que no ameritaba transitarlo en moto.
Así que con bastante trabajo regresamos al pueblo y editamos un almacén que abrió para nosotros.
Conseguimos sólo un poco de mortadela y un pan viejo.
Con el hambre que teníamos parecía salmón.
El regreso era largo.
Así que nos dedicamos a conducir, en desmedro de los paisajes.
El camino permitía un muy buen ritmo, así que disfrutamos como locos derrapando en todas las curvas.
El tramo final después del cruce, fue una recta con bastante barro y numerosos cruces de agua, lo que le puso pimienta el regreso.
En los últimos kms de asfalto, nos pilló una tormenta enorme, que pese a los trajes de agua nos dejó bastante húmedos.
Llegamos a la cabaña y nuestros compañeros nos esperan con un fenomenal asado de bienvenida.
Hoy un tremendo día de moto
Mañana el Hornocal y Calilegua.
Los dejo, me llaman para el asado
Les dejo un montón de fotos y vídeos.
La Puna nuevamente
Último capítulo
Ayer fue otro tremendo día de moto.
Llegamos tarde y cansados, así que pasé el relato para hoy.
El plan era salir de Humahauca, subir el Hornocal, continuar hacia la Yunga por tres abras muy altos, para, en la localidad de Santa Ana, entrar en la Yunga, recorrerla por unos cien kms incluyendo el parque nacional Calilegua y hacer noche en Libertador General San Martín.

Unos 260 kms en total, todos de ripio, dentro de la provincia de Jujuy.
Subimos el Hornocal, que es una Serranía que atraviesa la quebrada de Humahuca, famosa en la zona por su mirador al cerro catorce colores.
Hicimos unas fotos y continuamos rumbo sureste.


A esa altura, los típicos paisajes agrestes puneños, en un día de sol con clima maravilloso y unos caminos que, si bien estaban un tanto ásperos por las lluvias, se dejaban transitar a buen ritmo.
Pasamos con dificultad un río bastante crecido cerca la localidad de Aparzo con un incidente menor en una de las motos, subimos el abra Zenta a 4300, bajamos, subimos al Abra Azul (4550), bajamos y trepamos al Abra del Viento (4500) para descender al pueblito de Santa Ana, puerta de entrada a la Yunga.




Todo esto en unos 130 kms, de dificultad media, en los típicamente áridos panoramas de la zona.
Tenía referencias de que el camino a un pueblito llamado Caspalà era una belleza.
Cerquita de Santa Ana, ya en terrenos verdes, nace un cruce para ir al citado pueblo, a 26 kms de distancia.
Vamos, dije, es cerca y tal vez valga la pena.
A los pocos kms, aparece uno de los paisajes más bellos que he visto.
Y hago un alto en este relato para contar una anécdota.
Hace dos años atrás, con Amalia, hicimos 14000 km en avión hasta Frankfurt, alquilamos una 1250, recorrimos 2000 más hasta Noruega para ver y transitar la carretera Liseveggen.
Esta es un zig zag que baja mil metros en unos pocos kms. Verla desde lejos impresiona.
Pues bien, regresando al relato, desde el punto donde nos detuvimos, apreciamos una carretera que descendía unos 500 metros en perfecto zig zag hasta un profundo valle y.... otra gemela, justo enfrente que subía en zig zag otros tantos metros para llegar, al fondo de una cuenca, a Caspalá.
¡¡¡La Liseveggen, en Jujuy, ¡¡¡y duplicada!!!
Una maravilla




Mil fotos, y la sana decisión de no llegar al pueblo.
Nos hubiera tomado una hora llegar y otra regresar.
Y no disponíamos ese tiempo.
Quedará la visita para otro viaje, pero créame que la vista lo vale todo.
Continuamos hasta Santa Ana, con hambre porque eran las tres de la tarde.
Todo el pueblo cerrado
Aquí en la puna cierran a las 13 y abren a las 18.
Larga siesta se toman los coyas.
A partir de aquí, como por arte de magia la aridez pasa a la boscosidad en forma inmediata.
Como sucede esto no lo sé.
Pero los mismos cerros pelados que transitamos en estos días, se llenan de vegetación casi selvática.
Impresiona
Para bien.

Una de las diferencias las hace la altura. Siempre estuvimos sobre los 4 mil.
Ahora el promedio son 2500.
Aquí la tierra es colorada, sumado al verde de la vegetación y la humedad me recordó a Misiones.
¡Pero estamos en Jujuy!
Increíble lo que nos brinda está Argentina.
Descendimos por un camino de cornisa con selva alrededor, muy pero muy sinuoso y maltratado por la lluvia, hasta el pueblito de Valle Colorado, buscando saciar nuestro hambre.
Teníamos pocas chances, dado lo minúsculo del pueblo y la hora.
¡Preguntamos y nos mandan a la casa de un matrimonio de entrada edad, donde para nuestra sorpresa nos ofrecen sándwiches de milanesa!
Gloriosos.
Salimos con la panza llena y quitándonos los abrigos. Comenzó el calor y la humedad.
Ya metidos de lleno en la Yunga, continuamos en caminos serpenteantes, con precipicios muy profundos, sin dejar de sorprendernos por la boscosa vegetación y la belleza de la profundidad de las quebradas.
Pasamos por el Trópico de Capricornio

Llegamos al parque nacional Calilegua, y lo recorrimos por unos 50 kms.


Más de lo mismo.
Es decir, maravillosos paisajes, en un área protegida.
Llegamos a destino, la ciudad de Libertador general San Martín, sorprendentemente grande, tarde y muy cansados.
Es que independientemente del paisaje, la conducción fue muy severa.
Los 130 kms de Yunga transcurrieron sin una sola recta. Fueron miles y miles de curvas, con barro y precipicios muy profundos.
Jodido.
Fueron en total 9 horas de moto, con una concentración tal para el manejo que nos dejó exhaustos.
Pero felices.
El epílogo de un viaje maravilloso de cinco días, donde si bien no pude completar la ruta 40, las lluvias me hicieron vivir aventuras modo pro en la puna, conocí lugares increíbles en el norte profundo, y descubrí la Yunga, una región que con seguridad exploraré en profundidad en un futuro cercano.
Hoy nos queda el enlace a Salta, por unos 170 kms que no valdrá la pena relatarlo.
El grupo, una maravilla.
Peca siempre a rueda de mi moto.
Beli, un caballero que monta moto como un dakariano. Un fenómeno
Mi hermano Marcelito, que se vino sólo por 2000 kms para acompañarnos. Un campeón
Y el Colo, un hallazgo. Monta muy bien en moto, es siempre positivo y muy, pero muy divertido. Pronostico que será parte frecuente de mis viajes.
Les dejo un montón de fotos
Hasta la próxima







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