PAISAJES DE CATAMARCA
- Marcos Astegiano

- 3 dic 2021
- 16 Min. de lectura
PAISAJES DE CATAMARCA
Capítulo 1
Decidí armar un viaje por el noroeste de Catamarca y suroeste de Salta.
Si bien conozco muchos lugares de ambas provincias, la oferta de off road que ofrecen es inagotable.
Armé un viaje largo.
De una semana de duración, unos 2000 kms, el noventa por ciento de ripio, y en altura.
Dejamos el viernes la camioneta y el tráiler, donde habíamos transportado cuatro motos desde Mendoza en el hotel de Tinogasta, y ayer partimos.
Sólo cuatro
De mi pueblo, Rivadavia Mendoza.
Cuatro motos grosas, ya que la altura y la dificultad, así lo ameritan.
Dos KTM 690, una Beta 450 y una viejita, pero rendidora XR650 de los noventa.
Todas ellas equipadas con tanques suplementarios y bidones.
Tenemos previsto un tirón de 500 km sin asistencia de ninguna naturaleza.
Combustible tampoco

Ayer salimos de Tinogasta y tomamos la RP3, una ruta de 100 km que unía esta ciudad con Londres (no London, Londres), y formaba parte de la vieja ruta 40. En el 56 se trazó la 40 por el lugar actual, y todos se olvidaron de la vieja traza.
Hace más de 65 años que no se la cuida ni circula nadie.
Imaginen el estado
Detonada
¿Y porque ir por allí?
Por qué ella transita por la cuesta de Zapata.
Un famoso camino de cornisa, con precipicios muy profundos y unas vistas sensacionales.
Apenas salimos de Tinogasta un cartel nos advertía que la ruta estaba intransitable.
La sensación de desafío aumentó.

Los primeros kms transcurrieron tranquilos, hasta que llegamos a un talud donde se cerraba el camino.
Lo traspasamos y comenzó la diversión.
Piedras acarreadas por las lluvias por 60 años. Cortes, longitudinales y transversales realizados por el agua, por doquier.
Muy, muy difícil
Subimos y bajamos la cuesta en primera. Muy pocas veces pudimos poner segunda.
Y estamos hablando de máquinas muy potentes
Era un prodigio de equilibro el que había que hacer arriba la moto.
Una vez traspasada la cuesta, sobrevino una pampa, con el camino igual de cortado y lleno de piedras, agregándole al combo largos tramos de Fez Fez (guadales) que hacían muy difícil transitarlos.
Cuatro horas y media nos llevó pasar la ruta provincial 3.
Si, ya sé, muchos lectores se preguntarán ¿Qué tuvo de atractivo?
Sólo los motociclistas de aventura lo entenderán.
A quince kms de Londres se encuentra la ciudad de Belén, más grande y completa que la primera.

Allí paramos a almorzar.
Nuestro destino original era Andalgalá, distante 80 kms por asfalto.
Y para hoy estaba previsto la etapa Andalgalá/Cafayate, pasando por Capillitas, una cuesta de 100 km de extensión de ripio que yo ya había transitado en el pasado.
Un transeúnte local, que se detuvo a ver las motos, al enterarse de nuestro derrotero nos indicó de una hostería de montaña, cerca de la mina Capillitas.
Eran 54 kms más allá de Andalgalá, en la cima de la cuesta.
Pagamos la cuenta y salimos disparados a la motos, previa reserva de la hostería, por Whatsapp a Andalgalá desde donde le avisarían por radio.
Combustible en Andalgalá y partimos para la cuesta.
El camino estaba muy bueno, pero el ripio existente estaba sobre un firme muy duro, lo que lo hacía muy deslizante y peligroso.
A portarse bien e ir despacio.
Las vistas desde la cuesta, impagables.

Llegamos a la ermitaña hostería, de nombre Refugio del Minero, sita a 3100 mts de altura.
En la más solitaria de las soledades.

Debe su nombre a una mina de Rodocrosita, (piedra semi preciosa) aún en explotación.
Muy poca gente en el lugar.
Apenas llegamos, nos enteramos de que la electricidad es generada por un molino eólico (no hay viento, no hay corriente), no hay wifi, no TV, no nada.
Incluso el agua caliente es escasa (tan escasa que nosotros no pudimos bañarnos, situación que no nos preocupó en absoluto).
Hicimos una visita muy instructiva a la mina, recorriendo 240 mts de húmedos túneles donde apenas entraba una persona.
Muy interesante.



Una cena autóctona y a dormir, que no había otra cosa que hacer.
Es notable como el ser humano desea no tener ataduras como la Internet o la televisión, y en el momento que ocurre, no sabe qué hacer con su tiempo.
Para pensar.
La falta de electricidad impidió poner a funcionar mi CPAP. Tengo apneas del sueño y ese aparatito me resuelve el problema.
Sin CPAP, y con poco oxígeno a esa altura, no puedo decir que dormí bien...
Noche larga, si bien estábamos bien abrigados, el refugio estaba helado.
Buen desayuno y salimos dirección norte. Bajamos la cuesta y por más de 50 kms atravesamos una pampa por muy buen ripio. 90 de Asfalto hasta Cafayate, refueling y continuamos por 156 kms (sólo veinte de asfalto) hasta Cachi.


Los primeros cuarenta kms transcurren por una carretera muy escénica. La quebrada de las Flechas y el Ventisquero, destacan.
Hoy 350 totales, 230 de ripio.
Los kms hasta Cachi, a ritmo alegre.
Cerveza Salta mientras les escribo.
Mañana San Antonio De Los Cobres por el Abra el Acay, pasado Tolar Grande, Allí recargamos bidones y perdemos la civilización por cuatro días, pernoctando en minas abandonadas y estaciones de ferrocarril.
Salar de Arizzaro, Paso Socompa, mina Julia (5290) mina La Casualidad, cono de Arita, Antofalla, Antofagasta de la Sierra, campo de piedra Pómez, Las Papas, Fiambala y Tinogasta.
En siete días más
Si Dios quiere.
Ya les contaré

PAISAJES DE CATAMARCA
Capítulo 2
Apenas levantados en Cachi salimos a comprar unas vituallas para la motos y partimos los cuatro, a quienes voy a presentar.
Marcelo López es mi compañero de viajes de hace más de veinte años. Y gran, gran amigo.
Pecas (Rodrigo Zaina) y Pollo (Gustavo Balaguer), dos grandes motociclistas, muy experimentados endureros, muy solidarios y mucho más jóvenes que yo, cuya otra gran virtud es la de aguantar a un viejo cascarrabias como el que suscribe.
Nos esperaba un día corto, pero de buena adrenalina ya que cruzaríamos el paso de rutas nacionales más alto de Argentina, el Abra del Acay.
Muchas fotos, parada a tomar una gaseosa en La Poma, lugar donde aún vive Eulogia Tapia, una heroína para quien gusta del folclore.

A partir de allí, se comienza a subir, subir y subir, por un camino que en bastante buen estado se encuentra, teniendo en cuenta la altitud a la que se circula.
Hubo que abrigarse antes de llegar a la cima.
Los casi cinco mil metros atraen las muy bajas temperaturas.
Fotos varias en el Abra, (4870) despacito, ya que cualquier movimiento implica agitarse.


Y bajamos rumbo a San Antonio De Los Cobres.
Los primeros kms de descenso, son trabados y sinuosos, pero luego, una recta en bajada por decenas de kms, de impecable ripio, hizo volar a nuestras motos.
Hotelito de siempre en San Antonio, cena muy liviana, ya que la puna a esa latitud se hace sentir (a 3.770 está San Antonio) y a dormir muchas horas, que el cuerpo lo pide.
Esta mañana partimos con dirección a Tolar Grande.


Hicimos la visita pertinente el viaducto del tren de las nubes, trepamos la cuesta del Alto Chorrillo (4500) y descendimos hasta Olacapato, donde observamos la planta generadora de electricidad por células fotovoltaicas recién inaugurada, que produce 200MW de potencia a través de más de 550.000 paneles solares.
Desde la ruta parece un lago gigante por como refleja la luz.
Impresionante.
Continuamos por un traicionero ripio, que cada tanto nos sorprendía con un arenal muy finito que nos hacía sudar sobre la moto.
Al mediodía llegamos al Salar de Pocitos, último lugar conocido por mí.
Todas las rutas mencionadas en este relato (excepto la RP3) las he recorrido, algunas en muchas oportunidades, pero a partir de este Salar, comenzaban rutas y lugares desconocidos.

Tomamos rumbo oeste, atravesamos el Salar por un alteo, ya que el nombre de pocitos se lo debe a su superficie, y desembocamos en uno de los paisajes más lindos que he visto en la Puna, y me ufano de conocer bastante.
Se trata de los Colorados, un sitio que por unos 50 kms nos sorprende con tierra roja, formaciones montañosas talladas por la erosión, multiformes de una belleza sobrecogedora.
El camino serpentea entre ellas, haciéndolo sentir a uno parte del paisaje.
La cereza del postre es el desierto del Diablo. Una planicie perfecta, teñida de color terracota, sobre la cual emergen pequeños conos del mismo color.
Sublime


El camino, muy sinuoso y en buen estado en general.
La disyuntiva de siempre:
Mirar o pilotar.
En este caso no hubo compromiso.
Miramos.
Antes de llegar a destino, existe un ojo de mar donde conviven estromatolitos, microrganismos que existen desde hace 3500 millones de años, capaces de efectuar fotosíntesis.
Una rareza, muy bien conservada por los salteños.

Tolar Grande es un simpático pueblito de la puna, que fue importante cuando la Mina La Casualidad estaba operativa.

Hoy vive de pequeños emprendimientos mineros, y vio reducida su población de 5500 habitantes en los sesenta a escasos 150 en la actualidad.
No hay estaciones de servicio.
Y nosotros debemos realizar desde aquí, 500 km hasta el próximo reabastecimiento.
Así que merced a un muy buen dato de mi amigo nicoleño Diego Acuña, un experto en la puna, me contacté por Whatsapp (aquí hay señal) con un tolareño que nos reservó 70 litros de combustible, que distribuimos en los tanques, bidones y botellas suplementarias en cada moto.
Nos hospedamos en un refugio, que tiene dos habitaciones con diez camas cada una, una para damas y otra para caballeros.
El resto de la capacidad de albergue del pueblo está colmado por la minería.
Nuestra habitación sólo la compartiremos con dos desconocidos.
He de decir que la pulcritud, calefacción, y sanitarios son sorprendentes.
Esta noche cenamos en un comedor minero, festejando el cumpleaños de Marcelito, con poco alcohol por la altitud, pero con gran alegría
Mañana partimos a lo desconocido.
Paso Socompa, mina Julia, mina La Casualidad, todo muy alto y muy cerca del límite con Chile. Con una rica historia que contaré en el próximo capitulo.
Dormiremos en la estación abandonada de Socompa y en la capilla de la Mina, única construcción que aún conserva el techo.
El vienes regresaremos a la civilización
Ya les contaré

PAISAJES DE CATAMARCA
capítulo 3
Ansiedad
Una de las características de este grupo.
Exacerbada en su líder, quien escribe.
Lo que planeamos hacer en tres días, lo hicimos en dos.
¿Nos faltó llegar a algún lugar?
¿No pudimos con algún objetivo?
¿Tuvimos algún incidente?
No no no
Cumplimos con el plan acordado.
Sólo que en menos tiempo.
Les cuento
Nos despertamos temprano en el refugio/hostel de El Tolar.
Los desconocidos compañeros de habitación resultaron macanudos.
Así que preparamos un desayuno comunitario y partimos una hora y media antes de lo previsto.
El destino del día era el paso Socompa a 170 kms de Tolar
Este paso salteño, al pie del volcán homónimo, tiene la particularidad de ser una comunicación a Chile sólo por tren.
No hay forma de cruzar si no es por ese medio.
Pero tiene un camino para 4x4 que llega hasta el límite.
Hoy no hay trenes, pero tanto gendarmería como Carabineros tienen una dotación allá arriba.
La idea de llegar hasta allá, además de los tremendos paisajes, surgió de un berretín que me planteé hace años, de llegar a todos los pasos con Chile, en moto.
Son 26 en total, y me faltan unos pocos en el sur, y sólo éste en el norte.

Salimos con un clima sensacional, cruzamos este/oeste el Salar de Arizzaro, el más grande de la Argentina (1600 km2) por un muy buen camino y llegamos hasta la estación Caipe.
Otrora un lugar muy importante, ya que conjugaban los trenes que iban con mercancías a Chile por Socompa, con los que salían con azufre desde la vecina mina La Casualidad.
Hoy la estación está abandonada y a merced de los maleducados que no sólo esquilmaron y vandalizaron todos sus bienes, incluyendo techos, marcos de puertas y ventanas, sino que, además, en cada visita dejan un basural transformando un idílico lugar en una mugre.
En este lugar, distante 70 kms de Tolar, nace un camino hacia la mencionada mina, antaño pavimentado del que quedan jirones, y el camino hacia el paso.
Pensábamos llegar a Caipe en un par de horas, pero el haber salido temprano y el muy buen estado del camino hizo que llegásemos rápido.
Comenzamos a trepar los 100 kms finales por un camino de cornisa en muy mal estado, muy alto, con vistas espectaculares al Salar, luego a los nevados de la zona y por último a la salada laguna Socompa, repleta de flamencos rosados.

Los cuatro teníamos buen ritmo, así que en un par de horas llegamos a destino, pese a múltiples paradas a tomar fotos,
¡Era mediodía y estábamos en el objetivo!

Habíamos planeado llegar por la tarde y quedarnos a dormir con los gendarmes, de quienes sabemos son muy hospitalarios siempre, y teníamos referencias de que aquí, aún más.

Pero el lugar no daba para quedarse a tomar mate con ellos toda la tarde y noche, por lo que decidimos hacer unas fotos, y tomar el derrotero que fuera planeado para el día siguiente: la mina la Casualidad, distante otros 170 kms del paso.

Note el lector que las distancias planteadas son escasas para hacer en un día, pero si se piensa en un áspero camino de montaña, lleno de curvas, con piso en pésimo estado, y siempre por sobre los 4000 mts de altura, la distancia mencionada parecerá una eternidad.
Dicho esto, brevemente contaré sobre esta mina.
El complejo minero, contiene a mina Julia y mina la Casualidad. La primera está situada en el cerro Estrella, pegada exactamente al límite con Chile y a una altura de 5200 mts sobre el nivel del mar. El cerro Estrella es una montaña de azufre. Literal. Mina Julia proveía el material en bruto
La Casualidad, situada a 4200 de altura y a unos 5 kms en línea recta (25 por sinuoso camino) recibía a través de un cable carril el mineral, y a merced a un proceso lo convertía en azufre puro. En 1940 una empresa privada fundó el complejo, que en pocos años pasó a manos de Fabricaciones Militares.
El azufre es la base de la pólvora.
A finales de los cincuenta, el complejo contenía una población de 3000 personas incluyendo familias.
Había escuela, cinematógrafo, capilla y complejo de deportes.
El material puro era trasladado por camino pavimentado hasta Estación Caipe, desde dónde salían los trenes a destino.
A finales de los setenta, el Estado nacional da de baja la mina, (desconozco el motivo, pero seguramente sería económico) y ahora ésta es abandonada.
Hoy es un pueblo fantasma.
Sólo quedan ruinas, por eso de los maleducados que mencionara.
Pero las ruinas alcanzan para darse cuenta lo que debe haber sido eso cuando funcionaba a pleno.
A las 13 salimos de Socompa.
Los caminos a la mina son tres. El mencionado Caipe, un camino que bordea el Salar Llullaillaco por el norte y otro que lo bordea por el sur.
Ir por el primero no tenía sentido, ya que debíamos desandar camino, del segundo teníamos referencia de que era de arena. No aconsejable por el consumo de combustible y de energía del piloto.
Optamos por el tercero.
Más que camino un sendero, mucha calamina (serrucho) pero compensado con unas vistas espectaculares. Sobre todo, del Salar Llullaillaco y del volcán del mismo nombre.


Llegamos, después de mas de 120 kms, a un cruce de caminos y optamos por ir primero a la mina Julia, de donde se extraía el material.
Sólo trece kms desde el cruce, pero una subida violenta.
A esa altura el aire está enrarecido, lo que, sumado al sempiterno fuerte viento, a la destreza necesaria para tener la moto en pie y a la espectacularidad de los paisajes creó un clima casi místico.
Dos kms antes de la mina, un inmenso planchón de nieve sobre el camino hacía imposible continuar.
Nadie amilana a un grupo decidido a todo.
Literalmente nos tiramos barranca abajo por la arenosa montaña, llegamos a una planicie, y desde allí encaramos la subida, a cerro pelado, más allá del planchón.
Esto ya es dificultoso de hacer en cualquier montaña.
A más de cinco mil de altura, las motos, en primera a fondo, tiraban piedras como proyectiles desde su rueda trasera con sus motores al límite, y, nosotros tratando de llevarlas derechas, con las pulsaciones a 200 y con los pulmones a punto de reventar.
Pero hicimos el desvío con éxito.
Llegamos a mina Julia.
Un caserío en ruinas, con despojos de maquinarias, a la vera del cerro Estrella.
Sumando el enrarecido aire de los 5200 metros, más nuestro jadeo por el esfuerzo realizado, más el tremendo olor a azufre despedido por años de horadar la montaña, me hice una cabal idea de cómo sería el Infierno.
Me vino bien conocer esa sensación, porque seguramente allí terminaré.




Llenos de gozo descendimos a la Casualidad.
Es un pueblo fantasma.
Se podía percibir el movimiento que antaño hubiera habido.
Hoy sólo despojos.

Nos instalamos en la capilla uno de los escasos lugares que conserva techo y ventanas.
Mientras hubo luz, ubicamos nuestro dormitorio en lo que fuera el altar.
Curioso, me bauticé en un altar, me casé en un altar, comulgué en un altar, pero nunca había dormido en un altar.
Cenamos unas latas, de lo poco que puede transportar un endurista.
Dormimos muy bien, pese a la altura (4200) y al fuerte viento.
Es que no hay nada como un buen cansancio físico para dormir bien.
Mi próstata está un poco grande ya, así que no hay modo que no me levante un par de veces a vaciar mi vejiga.
Increíble el cielo. Las estrellas se te caen encima.
Claro que lo vi poco. El helado clima nocturno de la puna me llevó rápidamente a mi bolsa de dormir.
Esta mañana desayunamos una lata de ensalada de frutas, y encaramos nuestro destino, el Cono de Arita, en el Salar de Arizzaro.

De todos los salares que conozco, emergen pequeños picos montañosos entre la perfecta superficie de la sal, a los cuales se le denominan islas.
Vaya a saber por qué fenómeno natural, al sur de Arizzaro emergió un cono impecable, de 200 mts de base y 90 de altura que conforma una figura geométrica perfecta.
Hacia él fuimos.
Pero elegimos el camino más corto y difícil.
Totalmente off road, transitamos montaña, arena y sal por más de ochenta kms. sin el más mínimo vestigio de camino.
Gracias a Don Garmin llegamos perfectos a destino, con una sonrisa de oreja a oreja por la aventura vivida
Fotos varias en el cono y a desandar camino hasta nuestro objetivo de hoy, la catamarqueña Antofagasta de la Sierra.
170 km de duro camino, pasando por el Salar de Antofalla, el pueblo homónimo, la cuesta de 4600 mts con sus curvas «blandas» (mucha arena) y sus tremendas subidas.
Llegamos a destino después de dos días y 550 kms de Enduro puro.
¿Cansados?
Si
¿Felices?
Muy
Las motos, perfectas
El cálculo de combustible, impecable
Los equipos, de primera
Recién terminamos una pasta calentita, con un buen tuco y un mejor malbec.
Mañana, el Peñón, campo de piedra pómez, el arenal, las papas, Fiambala y regreso a casa
¿Vieron cuanto se puede hacer en dos días?
Gracias, ansiedad
Pd. Este lugar no es Silicon Valley, las fotos y vídeos pueden tardar horas en salir y otro tanto en llegar. Sepan disculpar

PAISAJES DE CATAMARCA
Último capítulo
Nos sobraba un día.
El plan era completar el viernes con el objetivo previsto, pero al llegar a, Fiambala, (40 kms antes de Tinogasta, dónde dejamos la camioneta) desviar por el camino al paso San Francisco hasta el hotel Cortaderas, cerca del límite con Chile, hacer noche allí para hoy sábado encarar los balcones del Piscis.
Esto es un camino de ripio que asciende bastante por el volcán, donde existe una vista maravillosa.
Ya en un viaje anterior lo habíamos planeado, pero por falta de combustible debimos desistir.
Luego de fotografiar desde los balcones, iniciaríamos el descenso hasta Tinogasta.
Domingo regreso a casa en la camioneta.
Así que ayer iniciamos lo que originalmente era la última etapa.
Salimos temprano de Antofagasta sabiendo que sería la etapa más dura y difícil del viaje.
Los arenales después del campo de piedra pómez se hicieron famosos tragándose motos, cuatris y 4x4.
Son unos 15 kms de arena fina, muy volátil con el viento.
Nada distinto a Villa Gesell.
Pero hay que agregarle al combo unas subidas importantes y 4500 metros de diferencia con la costa.
La falta de oxígeno hace mella en los motores y en los pilotos.
Si, además, en mi caso en particular, le agregamos una moto muy cargada, veinte kilos de más en el cuerpo, telarañas en las máquinas de gimnasio de casa y más de sesenta años desde que nací, las expectativas de cruzar el arenal con éxito eran bajas.
Para colmo, depende del viento como esté el arenal: Más viento, más floja la arena.
Hubo ventarrones toda la semana…
40 km de asfalto separan Antofagasta del campo de piedra pómez.

Luego se desvía por veinte kms de camino malo hasta el campo en sí.
El campo son varias hectáreas de inmensas piedras, del tamaño de una casa.
Todas pómez.
Un espectáculo.

Se lo rodea por un camino en mal estado. Sólo se puede entrar caminando en áreas permitidas.
Hicimos una visita corta, y con nervios sabiendo lo que se vendría.

Ya dejando el campo, dirección sur, comenzó a aparecer la arena.
Y la subida.
Al principio era divertido.
La moto hacia eses por el camino.
Pero a medida que la arena se espesaba y la subida se empinaba, la cosa se ponía difícil.
Había huellas.
Si te metías dentro de ella, tenías más tracción.
Pero un pequeño desvío de la rueda delantera mordiendo el borde y te ibas al diablo.
Y la rueda delantera tiene una tendencia muy firme a desviarse hacia el borde.
Murphy también en el arenal.
Si te salías de la huella, la moto no traccionaba, por lo que había que ayudarla con las piernas.
Suena fácil esto
Pero empujar una moto con las piernas, en subida a 4500 mts de altura hacía que te preguntarás por qué otro lugar podías tomar aire.
La nariz y la boca estaban totalmente ocupadas en ingerir oxígeno.
Y los pulmones eran un par de fuelles que pedían más y más aire.
Yo creo que los oídos deberían tener un swicht para que cuando no es necesario oír, conmuten para ayudar a enviar aire a los pulmones.
Sobre otras partes del cuerpo útiles para respirar prefiero no opinar.
El asunto es que uno estaba agitadísimo ayudando con las piernas a una moto que en primera a fondo no querida subir, y, la rueda patinando levantaba polvo que también iba a los pulmones.
La situación no era fácil.
Penando llegamos a la cima, después de subir unos 600 metros en unos cinco kilómetros.
Exhaustos.
La bajada no fue tan fácil como creímos.
Nos tiramos barranca abajo, y si bien no hacía falta ayudar a la moto, las maniobras para mantenerla derecha, sumado al cansancio, nos hacían agitar en demasía.
De a poco la arena fina se fue transformando en gruesa, y si bien no era mucho más fácil, después del entrenamiento anterior nos parecía un juego de niños.
Fueron unos quince kilómetros que nos tomaron dos horas y toda la energía disponible.
El arenal termina en la cordillera de San Buenaventura.
Cuando llegamos hicimos un tentempié con lo poco que nos quedaba en los bolsos para recuperarnos.
Nos quedaban 140 km hasta Fiambala, descendiendo por la mencionada cordillera.
Apenas comenzamos, desviamos hacia las termas de Los Hornos, que me habían recomendado.
Lo malo del camino, y el tiempo que perderíamos en las termas nos hizo pegar la vuelta antes del destino.
Continuamos descendiendo por un angosto y pedregoso camino de cornisa, con enormes precipicios que entregaban una vista espectacular.


Apenas transitamos por su única calle, apareció un coya ofreciéndonos alojamiento y excursiones de turismo aventura.
Se transforma rápido la gente.
Continuamos por 50 kms, por un sendero en una quebrada donde corre el río Las Papas.
Íbamos paralelo a él y lo cruzamos unas sesenta veces.
Una belleza el paisaje.
Antes de llegar al cruce de ya el camino que nos llevaría a Fiambala, Marcelo nos comenta que su moto perdía potencia. Ya se había quejado en el arenal.
Un rápido diagnóstico de Pecas determinó que el diafragma del carburador de la XR no estaba funcionando bien. Era reparable, pero trabajoso, por lo que lo haríamos en Fiambala.

Ya camino a Fiambala, en la localidad de Palo Blanco con Pecas estábamos esperando a Marcelo cuando descubrimos la segunda falla del día.
Pecas ve que a su Beta le faltaba la tuerca que sujeta el eje trasero.
¡Vaya a saber dónde la perdió!
Y no entendemos aún como no se salió el eje, con las nefastas consecuencias que ello acarrearía.
Conseguir una tuerca de ese tipo no sería tarea fácil.
Estábamos a cuarenta kms de Fiambala.
Le dijimos a Marcelo que continuará viaje, a la velocidad que pudiera.
Un fuerte viento en contra no ayudaba.
Hicimos un intento fallido de sujetar el eje, y partimos así, rogando que no se saliera.
Marcelo iba bien adelante. Pecas lo seguía unos kms atrás, yo pegado a éste, sin dejar de mirar su eje, y Pollo detrás mío.
Al mucho andar, miro por los espejos y no veo a Pollo.
Supuse que se paró a acomodar la carga.
Unos kms más adelante sigo sin verlo.
Paramos.
No venía.
Pecas, que de mecánica sabe mucho, se sube a mi moto y lo va a buscar.
Yo en la moto de Pecas me voy a Fiambala esperando que se saliera el eje y me diera un palo.
Conclusión
En la estación de servicio me encontré con Marcelo, al poco tiempo llega pecas con la noticia de que la moto de Pollo pinchó y que no era fácil de reparar.
Pollo se vino a cinco kms por hora por la banquina, yo me fui en mi moto a Tinogasta a buscar la chata.
Regresé a Fiambala, donde los muchachos alquilaron una hermosa cabaña y compraron carne para el asado de despedida.

Balcones del Piscis quedarán para otro viaje.
Uno podría decir que mala suerte, problemas con tres motos al mismo tiempo.
Según como se lo mire.
Hicimos 1800 kms en total en siete días.
Las motos tuvieron incidentes solo el último día, 40 kms antes del destino.
Buena suerte, según lo vemos nosotros.
Antes del asado cargamos las motos, y después de enviar este relato salimos para Mendoza.
¿Qué quedó?
La maravillosa aventura vivida.
Saber que, aunque uno está un tanto mayor, se les anima a estos desafíos y, además, con éxito y disfrute.
La cofradía que tenemos con Marcelo, sigue intacta.
Pecas y Pollo, veinte años más jóvenes, fueron unos estupendos y generosos compañeros de viaje.
Y, por último
¡¡¡Que país tenemos!!!
¡¡GRACIAS ARGENTINA!!




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