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2015 Quince Motociclistas Alpinos Capitulo 5 de 5

  • Foto del escritor: Marcos Astegiano
    Marcos Astegiano
  • 23 may 2020
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 1 jun 2020

EL GROSSGLOKNER, MOZART Y LA CENA EN HOFBRAUHAUS


Este era el único tramo del viaje que contaba con opciones.

Nuestro destino era Munich.

Pero podríamos ir por caminos normales hasta Salzburgo y luego Munich

O ir por el paso Grossglokner directo a Munich.

Así estaba planteado desde el principio del viaje.

Pero dejamos la decisión para ese día.

Fuimos salomónicos

Decidimos hacer el Grossglokner, bajar hasta Salzburgo y terminar en Munich.

Todo en uno.

Sería un largo día.

Desayuno y partimos

El paso Grossglokner es una especie de mito local para los motociclistas.

No tan alto, pero igual de escarpado que el Stellvio.

Y seguro con aún mejor asfalto, y en mi opinión, aún mejor paisaje.

Es un parque nacional. 25 euros la entrada. Único peaje que pagamos en todo el viaje.

Comenzamos a subir por caminos de ensueños, y comenzamos a cruzar motos

Era un enjambre.

Muchas, pero muchas lindas motos.

Todas andando fuertecito por la montaña.

En un momento el camino se desvía y en unos kms se llega a la vera del glaciar que da su nombre al paso.

Es un glaciar mediano comparado con los cientos que hay en Mendoza.

Pero con infraestructura turística hecha por los austríacos.

Como es una visita frecuente de motos, existe un estacionamiento a 45 grados perfectamente demarcado para ellas. Y frente a cada uno, un locker gratuito donde dejar casco y equipo.

¡La pipeta!

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El Glaciar

Se puede observar el glaciar y su morena, desde un sinnúmero de preciosos miradores, plagados de marmotas, animalitos que andan sueltos sin problema entre la gente.

También tiene su confitería, con una vista imponente al glaciar.

Fantástico

Fuimos bajando en las motos despacito, hasta otra confitería con vista infernal sobre los Alpes, donde tomamos café.

Allí averigüé que quedaban 18 kms de intensa bajada en caracoles, hasta el fin del parque nacional, delimitado por otro peaje.

Di vía libre al grupo para que cada uno bajara hasta ese punto a la velocidad que quisiera.

Y aquí hago un stop y hablaré de la KTM.

Mi opinión siempre fue que KTM fabrica motos de carrera para la calle.

Después de 1500 km en una de ellas, lo ratifico

En las maxitrails, la 990 fue un éxito. Radicalmente enduro nunca fue una competidora de la 1200. Era más liviana, más ágil y más potente. También más incómoda, y más frágil.

Con la nueva generación, la 1190, se volcaron más a la calle.

Y claro, las motos radicales son fantásticas pero venden menos.

Así es que la nueva moto, trae de norma ruedas de 19 pulgadas delante. Una seña clara que se apartan de la tierra.

Pero para seguir siendo diferentes, tienen cuatro versiones

La 1190 a secas. Otra que le agregaron una “R”, con rueda de 21 adelante amén de suspensión más larga (como diciendo, enduro puro no te abandonamos) una tercera llamada 1050, muy tranqui, con menor cilindrada y ¡70! Caballos menos, moto económica para el mercado que la usa para laburar y finamente la 1290 Súper Adventure, con motor más grande, un pelín más potente, mucho torque, y superequipada. Como a la BMW 1200 Adventure. También más pesada que cualquiera de sus hermanas.

De ésta moto comentaré.

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Grosglockner

Pesa 220 kilos, 1300cc y 170 caballos. Una enormidad.

Es totalmente electrónica: La suspensión, el control de tracción, la frenada y el mapeo de la inyección están todos administrados y vinculados entre sí por una CPU.

Todo esto esta seteado de fábrica en tres modos preprogramados, o, te permite setear a tu gusto.

Es decir, suspensión trasera blanda y poco progresiva, o viceversa, más delantera dura y seca, o blanda y seca, o progresiva a medias, más mucha potencia abajo y poca arriba, o motor más elástico, más que la rueda trasera patine muy poco ante una brusca llamada del acelerador, o mucho, o que no te permita hacer wheelies, o si, o poco wheelie, más que el ABS sea poco o muy invasivo….

Demasiado para mí.

Clavé el selector en SPORT y la dejé así todo el viaje.

Dejé que la gente de KTM me dijera como ir.

Como equipamiento tiene puños y asientos calefactables, cruise control, computadora de abordo, horno para hacer empanadas y batidora.

¡Qué sé yo!, mil huevadas.

De las que como siempre, se utilizan unas pocas.

Reconozco que el cruise control, para guiar un hato de 14 atorrantes detrás de mí fue muy útil en las autobhan alemanas.

El resto casi no lo utilicé.

Pero vamos a la conducción.

El motor es bestial

Repito, bestial.

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La KTM 1290

Maneje hace dos años en estos mismos Alpes la 1600 seis cilindros de Beeme, con la misma potencia.

Nada que ver. El seis cilindros es un motor eléctrico.

El bicilíndrico te da una patada en el culo.

Bestial.

En Fussen, desconecté todo en un camino comunal desierto. ¡Levantaba la rueda delantera en primera, segunda, tercera y… cuarta!

Mamita querida

La ciclística es perfecta

Perfecta

Nunca anduve en una moto que doblara y frenara como ésta.

Éxtasis

Pero bueno, durante todos estos días, circulamos a una velocidad digna de un scooter.

Apenas unas aceleraditas en lo muy trabado del Stellvio, como les comentara.

Regresando al relato del viaje, acordamos con el grupo bajar esos 18 kms de montaña como cada uno se le dé en ganas.

Desconecté toda la electrónica de la moto.

No soy lo suficientemente bueno como para entender eso del “derrape controlado”.

Salí primero, Walter detrás en la Honda 650 (Walter hizo cursos de conducción de competición, y maneja bien), seguía el turco, que nos ningún manco y los demás.

Comencé a acelerar en serio, con Walter pegado a mis espejos.

Cada curva iba más rápido, y comencé a tomarle confianza.

Recta de unos 200mts, acelerada infernal, voy llegando a la próxima curva cerrada, mi cerebro que calcula a un billón de bites por segundo donde empiezo a frenar, mi audacia que me dice “dale cagón, frená un poco más adelante”, mi conciencia que dicta “frená acá o te haces pelota”, de pronto, el mayor y el índice de la mano derecha comienzan a accionar el freno delantero, firme pero suave, no vaya a ser que la delantera se bloquee, el pie derecho hace los mismo con el trasero, inclino un poco hacia la curva, y bajo dos cambios, para que cuando largue el embrague, la moto, por retención del motor, derrape un pelín y se acomode para entrar a la curva.

Suelto el embrague y… nada, la moto no bloquea la rueda trasera, así que desesperado meto más presión en el freno trasero y ahora, sí, derrapa un poco, se acomoda, tumbo como loco, siento la centrifuga que me tira para afuera, inclino más, y cuando mi vista comienza a ver el final de la curva, el cerebro da la orden al puño derecho y acelero. La KTM se dispara como un misil en la corta recta.

Tiene embrague antirrebote.

No permite bloquear cuando haces un rebaje.

Que lo parió, me agarré un flor de cagaso.

Supongo que eso también se programa.

Pero. ¿Detenerme a ver como carajo se hace eso?

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Bajando Glosglockner

Ni loco.

Si me estaba divirtiendo como un enano

Una vez acostumbrado a corregir con el freno era fácil.

Iba cada vez más rápido.

Walter y los demás desaparecieron de los retrovisores

Doblaba, aceleraba a fondo, pasaba como un poste a algo parecido a un Volskwagen, llegaba a la siguiente curva y la apretaba más.

Las Pirelli se agarraban como chicle y me daba más confianza

Estaba en un círculo virtuoso

Empapado de sudor, al fin, llegué al peaje.

Me bajé de la moto. La adrenalina me invadía.

¡Qué gozo por Dios!

Mientras esperaba a los demás, mi disfrute competía con pensamientos que me decían: “¡Pero estas demente! A tu edad estas cosas no se hacen.

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El paso Grossglockner

¡Te podrías haber pasado en cualquier curva y te hacías puré!”

Hacía años, años, que no disfrutaba tanto una moto.

Gracias KTM.

¡Que lo parió, que moto!

Walter llegó a unos minutos, luego el turco y… ¡Ariel!

Ariel es un tipo de andar tranquilo, y además siempre iba comandando el segundo pelotón, por lo que estaba muy atrás.

Los que lo vieron pasar contaron que iba como loco cuesta abajo.

¡Y eso que andaba en una tranquila GS 700!

No lo conozco mucho a Ariel. Pero les aseguro que cuando se sacó el casco, nunca vi a alguien tan feliz.

Se reunió el grupo, mientras los de adelante comentaban como habían doblado en cada curva, o cómo habían pasado a tal auto, o como lo había superado el inconsciente de fulano de tal, el resto del equipo, que vino paseando atrás, los miraba como se contempla a un conjunto de desequilibrados.

Así es el motociclismo.

Ya más tranquilos emprendimos ruta a Salzburgo.

Paisajes bellísimos por la comarca austríaca.

En mi viaje anterior nos había costado mucho encontrar estacionamiento para moto en el casco céntrico de la ciudad.

Esta vez fue peor.

Deambulábamos quince motos cargadas, con mucho calor, vestidos con equipos para el frio, por el tránsito salzburgueño.

En cada parking indicado por el GPS, había un cartel muy claro que prohibía el ingreso de motos.

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Castillo De Salzburgo

Y en la calle no las podíamos dejar. Por más que fuera Austria, tenían todas nuestras pertenencias.

Finalmente, a unas cuadras del centro encontramos uno cuyo cartel expresamente permitía motos.

En ningún parking de Europa hay nadie. Están todos automatizados.

Entro primero, retiro el ticket, se abre la barrera y busco lugar para estacionar.

Así el segundo y el tercero.

A partir de allí, la máquina no expendió más tickets ni abrió la barrera.

Quedamos tres adentros y once afuera.

El Señor sabe que intentamos de todo.

Pero nada.

La máquina estaba ahí, quietecita y con la barrera baja.

Hasta que un transgresor pasó entre la barrera y la pared. Los demás lo siguieron, acomodamos las motos, nos cambiamos botas por zapatillas, nos aligeramos de ropa y salimos a conocer el Salzburgo de Mozart.

El problema de cómo salir, sería para el regreso.

Hacía calor, mucho.

Todos estábamos cansados.

La palabra más utilizada por el grupo, durante todo el viaje fue:

¡Marcos!

Marcos, se me trabó la….. Marcos ahora por dónde vamos? Marcos, esta noche……

Y yo con todo placer trataba de ayudar.

¿Y que esperaba? Si era el que había organizado el viaje y lo comandaba.

Ese día en Salzburgo me cansé

Con toda cortesía (creo) le dije al grupo que me cortaría solo.

Bajo un intenso calor caminé hasta el bar refrigerado del Hotel Sacher, me senté en un suntuoso sillón de cuero, pedí un café y una Sacher Tort, y me dormí una siesta reparadora en el sillón, mientras los distinguidos huéspedes escuchaban absortos mis ronquidos.

Pero es Austria. Nadie me despertó ni, -espero-, me reconoció.

Todos llegamos al estacionamiento al horario prefijado.

Intentamos por todas las maneras posibles de encontrar alguien que nos explicara cómo pagar e irnos.

Fue infructuoso.

Decidimos delinquir.

El plan fue así:

Teníamos tres tickets.

Uno de los que tenía ticket, se pondría al lado de la barrera. Dos más se alineaban con él, y dos detrás.

Mario, el propietario del primer ticket, lo insertó, la barrera se abrió y Pum! ¡Cinco motos salieron disparadas como si se tratara de una largada de Moto GP!

¡Funcionó!

Pasaron todas

Nos alineamos las segundas cinco.

Pongo el ticket…. Y nada

No se abrió la barrera.

Se ve que estas máquinas están entrenadas para no cometer el mismo error.

Se auto instruyen

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Despidiendome del grupo en Munich

Es decir, preparadas para que no las caguen dos veces.

Poníamos el ticket y nada.

Finalmente doblamos (¡si, la torcimos!) un poquito la barrera, y pasamos las 10 motos entre ella y la pared.

Todo ello bajo la atenta vigilancia de las cámaras de seguridad.

Aún estamos esperando el castigo.

Multas, a nosotros, no nos llegaron.

Peter no nos llamó para putearnos. Tal vez esté en la cárcel incomunicado.

Ni todavía nos llegó una cédula indicando que ni nosotros, ni ningún descendiente podrá entrar a Austria por quince generaciones

Pero todavía estamos asustados.

Unas bestias latinas.

Partimos por autopista a Munich.

Llegamos al buen hotel del centro.

Yo me iría por la mañana en un vuelo a Cerdeña. La moto, acordado con Peter, la dejaría en un concesionario de su amistad.

El resto del grupo tendría día libre en Munich, para seguir el domingo hasta Frankfurt a devolver las motos.

Así que esa noche era la cena de despedida.

Nos fuimos hasta Hofbrauhaus, la cervecería más antigua de Munich.

Allí donde Hitler daba sus discursos.

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Cena en Hoffbrashaus

Capacidad para mil personas sentadas.

Cinco mil litros de cerveza vendidos diarios.

No fue fácil encontrar mesa para 15 un viernes por la noche.

Pero lo logramos.

A partir de las 20:00 solo se sirve en vasos ¡de un litro!

Pedimos nuestras 15 porciones de garrones.

Y la despedida nos emocionó.

Y brindamos, brindamos y brindamos.

Por 10 fantásticos días

Por el grupo

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Retornando las motos en Frankfurt

Por las motos

Por el motociclismo

Por la amistad

Por la latinidad

Por…

Ya no recuerdo

Borrachos de felicidad nos fuimos caminando al hotel.

Había terminado una gesta.

Una gesta que dejó un recuerdo im

borrable

Y 15 nuevos amigos

Inseparables.

Mi objetivo de compartir e viaje se cumplió con creces.

Gracias.

A los 14

Mendoza, 2015

Proximo: BOLIVIA POR QUINTA VEZ

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