2006 Crónicas Peruanas Capítulo 6
- Marcos Astegiano

- 19 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Martes, 20 de junio de 2006.
DIA DOCE
Buen desayuno, ciudad occidental -como ya dijera- que nos hizo sentir nuevamente en el primer mundo, y salida con destino final Arica, en Chile, pero con objetivo intermedio de llegar al mar.
Los paisajes tremendamente áridos (comienzo del desierto de Atacama), excepto por el oasis de Moquegua, capital mundial del Pisco (Salud!, Carlos), y finalmente llegada al mar.

La vista inicial del mar no fue lo que esperábamos.
Mucha bruma nos hacía adivinarlo más que verlo. Pero de todos modos, tanta agua después de días de Puna, fue relajante.

El pueblecito de pescadores cuyo nombre es Ilo, es precioso. Y su restaurante principal, con balcón en voladizo sobre el puerto, con vista a cientos de barquitos multicolores, es soñado.
La cocina, basada ya se imaginan en qué, también muy buena.

Comer ceviche, lapas y otras exquisiteces, en bucólico balcón, en día brumoso, mientras se mecen decenas de barcos al compás del Cabernet (última botella que nos quedaba) es una experiencia que me gustaría repetir hasta el cansancio.
Comí y bebí en demasía.
Lo suficiente como para tener que hacer escala en un banco de la plaza local a dormir una siesta.

Continuamos unos cuantos kms. por la costa, en un paisaje extremo: Mar a un lado, desierto al otro.
Pasamos la aduana, dejando una “propina” a la policía peruana y aguantando la soberbia y estupidez de los carabineros chilenos, y llegamos a Arica.
Demoramos en conseguir hotel.
Los precios en Chile nos asustaron.
Cenamos sándwiches de propia factura en el bar del hotel.
Juancho continuaba quejándose del ruido de la transmisión.
Etapa de 542 Kms.
Miércoles, 21 de junio de 2006.
DIA TRECE

Antes de partir decidimos revisar la rueda trasera de la África.
La corona tenía una oscilación parecida al péndulo de un cucú.
Allí estaba el problema.
Desarmamos y vimos atónitos como caían las bolitas de un rodamiento exhausto.
Mecánico, desarme, a comprar rodamiento nuevo, tornear una piececita que no conseguíamos, armar todo de nuevo, y al mediodía partimos rumbo al Sur.
A los treinta kms. de nuestra partida, no recuerdo por que paré en la banquina y Juancho me pasa. El sonido de la África era similar al de una moledora de maíz.
Señas para que se detenga. Revisamos y cayeron más bolitas…
Pleno desierto. Y a los milicos chilenos se le había dado por hacer juegos de guerra con sus tanques, tanquetas, cañones y no se que más.
Los tipos no estaban tan lejos. Así que desarmamos mientras nos sentíamos que estábamos en la playa de “Rescatando al soldado Ryan”. Un horror.

Para solucionar el problema, utilizamos el esquema de dispersión.
Pablo salió raudo a buscar un vehículo que trasladara la África a Arica, Amalia y yo salimos con la rueda de la África a cuestas en busca del mecánico mientras Juancho y Marcelo se quedaban a la espera de la llegada del vehículo de auxilio.
El día estaba perdido.
Reparamos todo en Arica. Pasamos la noche en otro hotel.
Todo salió como día trece.
Hicimos 60 kms. 30 hasta la rotura y 30 de vuelta. No los computamos como distancia de viaje. Obviamente
Jueves, 22 de junio de 2006.
DIA CATORCE
Perdimos un día. Y había que recuperarlo.
Por lo que nos esperaba un viaje de muchos kms.
Y además la incertidumbre de no saber si el Paso de Las Cuevas (Mendoza) estuviera habilitado.
La decisión de seguir al Sur, o tomar el Este con destino Jujuy la debíamos tomar en el cruce a Calama, a 550 km. de Arica.
Partimos de Arica por un paisaje de descascarado de desierto, con nubes por debajo nuestro cuando subíamos y por arriba cuando bajábamos. Luego la más larga de las estepas, muy, pero muy inhóspito. Pero no desagradable, ya que los colores iban cambiando, como así las texturas.

17 km antes de llegar al cruce, después de un viaje sin interrupciones, pierdo en el espejo la visión de mis seguidores.
Me detengo 5 minutos, como se había pactado. Luego de ese tiempo y al constatar que no venían, emprendo el regreso.

En una visión tipo espejismo, veo las motos de pie en la banquina pero a tres personas tiradas en el pavimento.
El corazón me dio un vuelco.
Pensé en un accidente.
Cuando los veo a los tres acostados con una sonrisa, les pregunto que sucedió. Me contestan que habíamos hecho muchos kms. sin detenernos y que lo que hacían configuraba un piquete. Que no se moverían hasta que yo no prometiera parar a descansar un rato.
Mi furia debe haber brotado por mis ojos, ya que cuando le comenté que solo quedaban 17 km a la meta, de que eran unos ignorantes al no saber cuanto faltaba, que una acción de ese tipo no me la merecía, que etc., con cara de pavos me dijeron que estaba bien, que seguiríamos hasta el objetivo, 17 kms. mediante.

En el cruce llamamos a Cielito –nuestra informante- quién confirmó que el Paso de Las Cuevas estaba cerrado.
Habría que ir a Jujuy por Jama entonces.
Ya que no de ida, sería de vuelta.
Almorzamos en un pueblito minero (minas de salitre) cuyas construcciones, más el viento que levantaba polvo, me recordaron los pueblos del Far West.
Mientras buscábamos donde comer, me imaginaba a Clint Eastwood a la vuelta de la esquina apuntándonos. A Dios Gracias solo apareció un tipo muy servicial que nos indicó el restaurant.
Camino a Calama, residencia de la mina de cobre más grande del mundo (Chuquicamata) cruzamos camiones mineros del tamaño de un edificio de tres pisos.
Pasamos Calama, y decidimos hacer noche en San Pedro de Atacama, un pueblito que en el mapa figuraba cerca de la frontera.

No sabíamos que San Pedro es el pueblo más antiguo de todo Chile, que está de moda, que se conserva tal cual era, y que los precios de la hotelería están levemente por debajo de los de Tokio, pero más altos que los de Nueva York.
Pagamos 70 dólares por una posada muy floja, otros 50 por fiambre, pan y mayonesa en una despensa, y a comer en la habitación.
Recorrimos 760 larguísimos kms. de desierto.
Continuara...






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