2006 Crónicas Peruanas Capítulo 3
- Marcos Astegiano

- 13 abr 2020
- 6 Min. de lectura
Lunes, 12 de junio de 2006.
DIA CUATRO
Jadeando por la falta de oxigeno (y de estado físico) al subir y bajar las escaleras del hotel con el equipaje, partimos rumbo a Potosí, en la mayor ignorancia respecto de a qué distancia quedaba, cuanto era de tierra, si había combustible, si realmente existía Potosí, si íbamos en dirección al Perú, si….. Pero igual partimos. El camino hasta Cotagaita (batalla de Cotagaita, Manualgraf de cuarto grado) fue realmente malo, para hablar bien de él. Baches, polvo, serruchos, polvo, ripio malo, polvo, micros que van a mil y no los podés pasar, más polvo, una vez que los pasás, ves que tus compañeros no vienen, te detenés a esperarlos y te pasa nuevamente el micro, más polvo….
No hay que preocuparse por si la información de la cartelería vial es confiable. Lo resolvieron no poniendo ningún cartel.
Pero más me llamó la atención que no existían carteles de publicidad. Ni uno de Coca Cola en cientos de Km., Y pasamos decenas de pueblos. Hasta que caí en la cuenta de que la publicidad gráfica en un país con ese nivel de analfabetismo es sin dudas inapropiada.

Pero si hasta Cotagaita fue malo, lean lo que sigue.
A partir de ese pueblo, debía existir –según la escasa información disponible- el asfalto.
Y existía!.
Pero no estaba habilitado.
Por lo que mientras a nuestro lado corría una cinta de perfecto pavimento, nosotros debíamos transitar, a 5000 mts de altitud, por una huella creada por una moto-no–niveladora (motobacheadora sería lo correcto), durante lo que nos pareció cientos de kilómetros.

Al asfalto no se podía subir. Estaba intermitentemente cortado por taludes de tierra, espinas, yuntas de cocodrilos, etc. Por lo que supinamente seguíamos al costado tragando polvo y percibiendo como se desarmaban las motos.
Hasta que la África de Juancho dijo basta. Se cansó del camino y se apunó. No subía ni en primera. La solución fue fácil. Vuelta en la Varadero a Cotagaita, gran sopleteada al filtro de aire de la África (Gracias Dios, por haber puesto un compresor en Cotagaita, Observando el pueblo, nadie hubiera creído que existía esa útil herramienta)

Regreso al lugar de la apunada. Le ponemos el filtro, y la África, no sin quejarse, prosigue.
Hoy diría que ese suceso fue el fondo del pozo.
La desazón era general. Y creo que a más de uno se le ocurrió pensar en pegar la vuelta.
Finalmente, después de interminables Km. pudimos llegar al pavimento.

Atrás quedaron tristímos caseríos color del polvo imperante en el lugar. Taperas donde no se puede creer que viva gente. Al menos en el siglo XXI.
Eso sí. Sentimos que le hemos quitado tierras a Bolivia. Así como Chile le sacó territorio con costa al mar, parte importante del territorio boliviano quedo en las motos y en nuestras personas en forma de tierra y polvo.
El asfalto tampoco fue fácil.

Subidas y bajadas, siempre a mas de 4800 mts, cruzamos el cerro Potosí a 5100, con filtros llenos de polvo y nafta de ….. 80 octanos!!. Las Honda parecían gasoleras. La Beeme, más viejita, tenía su motor más apropiado a estas vicisitudes, por lo que fallaba menos. Pero en su contra cabían sus suspensiones de los 70. Los serruchos le aflojaron a Pablo la dentadura.
Finalmente, después de 9 horas. Llegamos a Potosí. Y habían sido solo 250 Km. El promedio de velocidad fue bochornoso.
Rescato Potosí. Ciudad esquilmada por los españoles y sus ansias de plata. Aun se conservan sus minas a cielo abierto. Sin nada por supuesto. Pero los conquistadores sabían edificar, y pese a los bolivianos, aun queda un casco urbano muy interesante. La ciudad se erige en un cerro, por lo que nace a 3900 y termina a 4300 mts sobre el nivel del mar. Sus calles son extremadamente angostas y su trazado, laberíntico. Así que para llegar al centro seguimos a una combi que se ofreció a hacerlo. Pero esta no iba al centro.

Por lo que en un momento nos indicó que siguiéramos a otro colega, que cuando éste se desvió nos pasó a otro… Llegamos bien al centro, después de una posta de combis.
He escrito con cierta animosidad hacia Bolivia. Pero he de reconocer la vocación de servicio de los bolivianos. Gente buenísima, que podría ayudar mucho más de lo que lo hacen, si tuvieran un poco de cultura. Pero no por ello dejan de ser buena gente. Encontramos un hotel 5 estrellas, El Coloso de Potosí, inaugurado hacía escasas dos semanas. Los hoteles cinco estrellas son, como en todo el mundo, muy buenos. Pero una doble cuesta entre 40

y 50 dólares. Con el mismo servicio e infraestructura que en el resto del mundo. Sin descansar, nos dispusimos a darle un poco de servicio a nuestras monturas. A la Varadero había que cambiarle la transmisión (la que tenía era de fábrica, ya desgastada antes de comenzar el viaje, por lo que llevaba una de repuesto), y luego de realizada esa tarea, con la inestimable ayuda de todo el grupo, más un bolita todo servicio que nos proveyó el hotel que resultó ser una maravilla de tipo, decidí limpiar el filtro de aire, para lo cual procedí a quitar el tanque de combustible, que para hacerlo hay que sacar las mangueritas, las que drenan el combustible que poseen, más lo que queda en las cubas, sobre parte de la moto y la mayoría en el piso. Esta tarea, la he realizado cientos de veces, sobre decenas de motos, sin otro resultado que una mancha de nafta en el suelo. Esa misma mancha, bajo la Varadero, y por cercanía de unas calderas en el estacionamiento del hotel, se inflamó. Rápidamente las llamas hicieron presa de la Varadero, mientras mirábamos atónitos e inmóviles. Es cierto que el fuego paraliza. No sabíamos que hacer, mientras las llamas pasaban el metro y medio de altura. La única reacción acertada fue por parte del bolita (para quién hoy no me alcanzan las palabras de agradecimiento, y me siento muy mal de no acordarme siquiera su nombre), quien tomó un balde, sacó agua de un pileta cercana y me lo ofreció. Diez o doce baldazos mediante, la Varadero se apagó. Quedo humeando y chorreando plásticos derretidos.
El estado general era de shock. El mío, de preinfarto.
En estas situaciones se conocen realmente las personas. Mientras por mi cabeza pasaba la imagen de un camión transportando la moto, Amalia y a mí hasta la frontera, para cruzar la moto a pié y otro camión hasta Mendoza, mis amigos se pusieron a desarmar la Honda para medir el daño y la posibilidad de proseguir, a la que le dábamos casi nulas probabilidades.
Pero no. Estos japoneses han logrado tal nivel de tecnología, que todos los materiales que rodean al motor, son ignífugos. Por lo que tras unas horas de trabajo, un par de cables y otras pavadas reparadas, la varadero volvió a la vida, tras un saludable rugido de su bicilíndrico. Gracias Amigos.
Dejamos los plásticos para el día siguiente, nos fuimos a la pileta climatizada, donde, el personal del hotel, totalmente consustanciados

con los damnificados por el incendio, nos sirvieron la cena.
Fue el día más anecdótico de nuestro viaje. Y les aseguro que después de él, no quise más anécdotas.
Fueron solo 277 Kms. ese día.
Martes, 13 de junio de 2006.
DIA CINCO
Como Martes 13 fue un fracaso. La verdad, que según la experiencia del día anterior, los malos son los Lunes 12. Ese martes todo salió bien.

Nos despertamos tarde (después de la “nochecita anterior”). Terminamos de armar la Varadero y partimos rumbo a La Paz. Merced a otra posta de Combis pudimos dejar Potosí y a través de una sinuosa carretera de impecable asfalto comenzamos a disfrutar de un paisaje agreste, con colores cambiantes, Precioso el camino. En Challapata encontramos los primeros y únicos motociclistas en todo el camino. Eran unos barilochenses que yo conocía de otro viaje. Como ellos venían, intercambiamos impresiones acerca de los caminos que nos tocaban recorrer a ambos, y finalmente supimos cuantos Kms, había hacia adelante. Continuamos hasta Oruro, donde Marcelo pidió un stop para tomar un café. Entramos a Oruro, pero no nos animamos a entrar en ningún bar. Para salir de la ciudad, le pedimos ayuda a un ciclista. Este se ofreció a guiarnos a la salida, para lo cual pidió que lo siguiéramos

Me hubiera gustado filmar cuatro tremendas motos, siguiendo por cuadras a una bicicleta. Salimos de Oruro y comenzó la búsqueda de un bar en los pueblecitos que pasábamos. Lo logramos después de 150 Kms, en un lugar indecible donde en lo personal, no tomé el café.
Continuamos, ya de noche, hasta La Paz.
La Paz es caótica.
Entramos por una avenida atestada de Combis, con choferes que gritaban a viva voz sus destinos, gente que cruzaba por cualquier lado, ómnibus que encaraban

haciendo caso omiso a los semáforos…
Sin duda nos superó.
Nos detuvimos en un peaje, tratando de averiguar donde alojarnos, cuando Dios nos envió a un motociclista en una Transalp desvencijada. Lo detuvimos y casi le suplicamos ayuda. La cofradía motociclística es internacional. El tipo nos llevó al mejor hotel de la Paz – El Presidente- a más de 10 Km. de donde nos encontrábamos. Nos hizo un gran favor. Hotelazo, nos dimos un Jacuzzi interminable, y salimos con Amalia a conocer el centro de La Paz. Dos cuadras por la peatonal nos bastaron para desistir de todo intento. La Paz no es mi capital preferida. Volvimos al hotel y cenamos allí mismo. Este hecho me permitió entender a los norteamericanos que cuando viajan no salen de sus hoteles. Para ellos el resto del mundo debe parecerse a Bolivia.
Ese día recorrimos 543 buenos Kms.

Continuara...






Excelentes las crónicas. Es un gusto leer a alguien en estas épocas de corrección política que se anime a escribir lo que realmente piensa. Felicitaciones!
Que hermoso todo lo que han recorrido y en que condiciones eran muy jóvenes besitos
Que adrenalina tuvimos esos días. Y que equipo de trabajo.