2018 ALASKA Sueño Cumplido Capítulo 4 de 6
- Marcos Astegiano

- 10 jul 2020
- 7 Min. de lectura
Domingo 17 y Lunes 18
Fairbanks, Alaska, EE. UU.
Ayer domingo no pude escribir.
Tampoco podría haberlo enviado.
Ayer nos levantamos temprano en Coldfoot y a las 7 de la mañana partimos a nuestro objetivo, Prudhoe Bay a 408 kms de distancia.
Todo ripio

Salimos con lluvia finita, que al
pasar por el paso de Atigun (1500 mts) se transformó en nevisca.
Unas fotos en el paso nevado, con frío (4° C) y continuamos.
El camino seguía siendo muy bueno. Una calzada de tierra, pero firme.
Íbamos a 100 kms/h, velocidad de ahorro de combustible, ya que no hay nafta en todo el trayecto.
A partir del paso, el bosque se transformó en la tundra.
La tundra es una región por encima de los círculos polares, cuyo suelo consta de una pequeña capa de tierra (turba) de unos escasos treinta centímetros de espesor y el resto es permafrost, suelo congelado.

La vegetación es muy baja, debido a la poca penetración de sus raíces, y alberga una variada fauna polar.
Había oído hablar y leído acerca de la tundra, tanto de Alaska como la siberiana, así que vivirla fue toda una experiencia.
En el camino, siempre con temperaturas muy bajas, nos cruzamos con una manada de Caribous, unos cuantos bueyes almizcleros y como cereza del postre, un oso Grizzly blonde, cachorro, a escasos metros de la ruta.
Divino

Al mediodía llegamos a Prudhoe Bay
Con enorme alegría nos abrazamos y nos emocionamos.
Y la emoción creció a medida que ustedes, los que nos siguen día a día, nos felicitaban y nos daban aliento.
Y más emotivo aún, comunicarme con mis hijas para el día del padre, orgullosas de que logrará mis proyectos.
Después de 8040 kilómetros llegamos a nuestra meta, Prudhoe Bay, el punto más norte del continente.

Es polar
Esta en el paralelo 70, es decir, a 1200 millas del polo.
Está más cerca del polo norte, que nuestra base
Marambio del polo sur.

El pueblo, con costa el océano Ártico es sólo una enorme cantidad de empresas petroleras.
Todos galpones y contenedores, conteniendo más de 2500 personas, todas trabajando en el petróleo y nadie originario.
Es un pueblo triste.
Por supuesto, no hay nada que ver, excepto el Ártico.
Para poder llegar al mar, hay que tomar un Tour.
A la zona donde están operando las petroleras (campos petrolíferos) por seguridad no se puede acceder.

Finalmente, caminamos sobre el mar de Beaufort congelado.
Cientos de fotos, y a emprender el regreso.
¿Ustedes se preguntarán por que 8000 km para estar solo tres horas en lugar?
Por el mismo motivo que quien se prepara un año para subir el Aconcagua está sólo 10 minutos en su cumbre.
Por el desafío de hacerlo.
Y nada más que eso.
El regreso fueron otros cuatrocientos kms hasta Coldfoot.
Sin más anécdotas que una tremenda niebla y lluvia otra vez en el paso Atigun.
Salimos de Prudhoe Bay a las 17.30 y llegamos a nuestro destino a las 23.00 de la tarde.
Aquí noche no hay.
Cansados de ochocientos kms por tierra y muchas emociones, pero felices, dormimos ocho horas seguidas en el cómodo campamento.
La única novedad, es que Santi pinchó una goma 100 km de llegar.
Un corte profundo de una piedra que logramos arreglar con tarugos.

Las motos se bancaron los 408 kms sin repostar ni siquiera de los bidones que llevábamos. Sorprendente su buena autonomía.

Esta mañana tomamos un buen desayuno y comenzamos a desandar la Dalton para regresar a Fairbanks, distante otros 400 kms.
Almorzamos en el mismo campamento que a la ida y 100 kms antes de llegar, pincho yo una goma.
Como iba último, mis compañeros por una desavenencia siguen viaje sin advertirlo.
Reparo rápidamente el percance con tarugos y me doy cuenta de que el compresor lo tenía uno de los otros.
Espero unos minutos e intento inflarla con unas botellitas de CO2 que vienen en el kit de arreglo.

Le puse el contenido de las cuatro y apenas levantó la goma del piso.
Me quedé sólo, en el medio del bosque esperando que regresaran.
Estaba muy relajado esperando cuando escucho un ruido parecido a una rama al quebrarse.
En ese momento me percaté que podría ser un oso.
Entré en pánico.

En estos días estuvimos leyendo mucho sobre ataques de oso y la escasa posibilidades de sobrevivir.
Como un rayo puse en marcha la moto, me senté sobre el tanque para poner el menor peso posible sobre la rueda trasera y eché a andar a 50 kms por hora.
Velocidad donde cuidaría la cubierta y ningún oso me podría alcanzar.
Nunca sabré si el ruido lo provocó un oso, un tierno gatito o fue producto de mi imaginación.
Pero les aseguro que me asusté.
Unos kms más adelante aparecieron, preocupados, con el compresor.
Ya en Fairbanks cambiamos el aceite a nuestras motos y mañana cubiertas, muy gastadas por los rugosos pavimentos preparados para el hielo.
Mañana nos vamos a Anchorage, la ciudad más populosa de Alaska donde finalmente, nos quedaremos dos días, uno a descansar.
Que puedo decirles.
Que el grupo tiene la satisfacción del objetivo cumplido.
Y la tranquilidad y paz que da haber alcanzado un sueño.
Martes 19
Fairbanks, Alaska, EE. UU.
Existían tres planes para el regreso, en orden de prioridades.
Plan A, regresar por Canadá, distinto camino al de ida, dejar las motos en Seattle, avión a LA y despacho de la moto a California por algún transporte.
Plan B seguir desde Seattle hasta LA en moto
Plan C vender las motos en Alaska y regresar a LA en avión.
El primer plan preveía que nos podíamos demorar en algunos sitios y no poder seguir el plan trazado, por lo que podríamos llegar a Seattle al filo de nuestro regresó (previsto para el 3 de julio).
El segundo plan, era que si al principio podíamos respetar las etapas como estaban previstas, podríamos llegar a LA en las motos.
Y así se haría.
Veníamos con las etapas al día, sin cansancio, así que hace rato que decidirnos por el plan B, es decir, seguir hasta LA en moto.
Por mi parte, día a día mi problema en las sentaderas se venía agravando.
Realmente, en las etapas diarias, la primera mitad la disfrutaba y la segunda la sufría.
Últimamente mucho.
Realmente pensé en varias oportunidades en el plan C.
En los últimos días, merced a los caminos de tierra, tenía el tujes muy dolorido.
Esta mañana fuimos a cambiar las cubiertas a una gran concesionaria.
Pregunté si me compraban la moto.

Me la compraron.
No lo pensé mucho.
Mi único motivo para seguir era no abandonar a los muchachos.
No lo merecían
Pero sabía que iba sufrir mucho en
los diez días que quedan hasta los Ángeles.
La vendí, di por terminada la aventura, con la satisfacción de la meta cumplida.
Estoy en el aeropuerto de Fairbanks.
Listo para tomar un vuelo a Anchorage, para encontrarme con el grupo que siguió en moto.
Pasaremos otros dos días juntos.
Y como adelanté mi regresó a Mendoza para el lunes 25, tal vez los acompañe un par de etapas más.para mí.
Con un sabor dulce por haber llegado.
Y con un sabor amargo por dejar a los muchachos.
Miércoles 20 y Jueves 21
Anchorage, Alaska, EE. UU.
Martes aterrice tarde en Anchorage, busqué un buen hotel y me quede esperando a que llegarán los viajeros.
A la media hora, arribaron.
Hicieron 640 kms muy rápido, incluyendo un paseo por el parque Nacional Denali, que dicen es una belleza.
Cena todos juntos en un Denny's (ya un clásico), muy felices de volver a vernos.
El miércoles era día de descanso.
Salimos en las motos a recorrer Anchorage, la ciudad más populosa de Alaska con 300.000 habitantes, la mitad de la población del estado.
Grande y linda.
Edificios modernos contrastan con casas de madera.
Por la mañana boludeamos bastante, cosa que sabemos hacer bien.
Después de un buen almuerzo, nos fuimos a uno de los tres aeropuertos que tiene la ciudad, ya que habíamos reservado un vuelo en hidroavión.
Este se situaba al lado del aeropuerto internacional, con dos pistas, una de asfalto y otra de…agua.
Un canal de agua muy ancho, como de 500 mts de largo, con una laguna en cada punta.
En cada una de esas lagunas, había más de cien hidroaviones.
Si, cien
Todos flotando contra la costa, muy ordenados y prolijos.

Es que aquí en Alaska, por sus distancias el avión es el medio de transporte.
Y habiendo más de cien mil lagos, las pistas son naturales.
Muchos de estos cien aviones, también tenían opcionalmente esquíes.
Alaska es la Meca de la aviación.
En los otros dos aeropuertos, también había inmensidad de aviones. Casi todos monomotores pequeños.
Llegamos a Rusts, la compañía que habíamos elegido y nos encontramos con que tenía una base con hangares y más de diez aviones propios.
Se dedican a llevar pescadores a lagos remotos, cazadores a lugares ignotos, y a turistas como nosotros a dar una vueltecita.

Después de oblar unos verdes cada uno, nos subieron a un magnífico De Havilland Beaver con motor radial, de los años cincuenta, impecablemente mantenido,
Éramos los cuatro más el piloto. Sobraba un lugar
Despegamos sobre el agua (primera vez para todos) volamos sobre la ciudad, luego nos dirigimos a las montañas nevadas, donde pasamos muy cerca de ellas, vimos algo de fauna (cabras) y regresamos por el mar.
Aterrizamos suavemente en el canal.
Hermosa la experiencia.

Nos quedamos un rato largo en el aeropuerto, viendo despegar un hidroavión o avión cada minuto.
Luego regresamos al centro, (yo siempre como pasajero de Patxi) donde en una plaza encontramos música folk en vivo y mucha gente con muy buena onda.
Luego cena y a dormir.
Esta mañana ayudé a los muchachos con los petates, desayunamos, nos despedimos y los vi partir.
Algo se quebró en mí.
Es que fueron un total de 20 días juntos, pero parecieron años.
Lugares como el Yelowstone o Dawson City pareciera que hicieran meses que los hubiéramos visitado.
Hubo mucha camaradería, que seguramente será duradera.
Así que verlos partir fue duro.
Como que algo se quebrara.
Gracias, gracias Patxi, José y Santiago por la experiencia compartida.
Realmente marcó a fuego el grupo.

Ahora cada uno seguirá lo suyo.
Ellos, en 10 etapas diarias estarán de regreso en Temecula.
Yo estoy en pleno vuelo de cinco horas hasta los Ángeles, enviando este relato desde el avión (aquí hay señal de Internet en todo el vuelo) donde me quedaré hasta el lunes paseando, para regresar
a casa.
Una anécdota interesante que olvidé contarles es que, en este momento, desde la ventanilla del avión estoy viendo algo que hace desde el estado de Montana, catorce días atrás, que no veía:
El atardecer y la noche.
Si bien al principio tuvimos unas pocas horas de oscuridad, siempre las pasamos durmiendo.
Qué lindo es ver las estrellas y las ciudades iluminadas.
Me había olvidado de ello.
A los muchachos aún le faltan unos días para sentir lo mismo.
He vivido unos días fantásticos
Tengo anécdotas para contarle a mi nieto.
Estoy bien de salud, y ya planificando otro viaje loco.
¿Puedo (o debo) pedir más?
Fin de mis narraciones.
Hasta la próxima aventura, que por supuesto, ya fue planteada.
Abrazo y gracias por seguirnos
Continuaran las narraciones por parte de Patxi
Van algunas fotos mas...



















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