2016 Los Pirineos en Moto Capitulo 1 de 2
- Marcos Astegiano

- 30 may 2020
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2020
¿Después de dos veces los Alpes qué?
Los Pirineos naturalmente
Es la segunda cadena en importancia en Europa occidental
Separa dos fantásticos países
Es una excelente excusa para salir con amigos en moto.
Planee el viaje apenas regresamos de Alpes en el 2015.
En principio, comenzaríamos por recorrer la parte francesa para regresar por la española.
Lo bueno era el medio
Por lo que tracé una ruta en zigzag. Cruzaríamos varias veces por día la frontera y disfrutaríamos el corazón pirenaico.
Por nobleza, invité a los mismos participantes de Alpes.
Una gran mayoría aceptó
Los que no vinieron, fue porque no pudieron. Todos quisieron
Organicé para junio. Mes óptimo por su clima, su bajo precio y su accesibilidad.
Así que dos meses antes, quedó conformado el grupo.
Bernardo D., un alpino, trajo a Diego A.

Ariel P., otro alpino, a Marcelo G..
Ale C., también compañero de los Alpes, nos acompañó medio viaje.
Del grupo alpino mendocino, vinieron el Turco, Edgardo P., José L. y yo, invitando a Héctor G. y Gabriel M. como noveles motards europeos.
Por último, desde Bs As nos acompañó Pablo K., un entrañable amigo de muchas rutas que no pudo venir a los Alpes el año pasado.
Fuimos 12 los apóstoles
Esta vez la compañía de alquiler de motos no ofrecía surtido de marcas. Solo BMW.
Alquilamos todas GS1200 “aguateras”. Excepto el turco, Eddy y el cabezón José, que optaron por las más livianas y tranquilas GS700.
El viernes 3 de junio se consolidó el grupo en Barcelona.
Como es habitual, llegamos desde distintos puntos, en distintos días y en distintos vuelos.

Pero el viernes por la tarde ya estábamos todos ubicados en un lindísimo, enorme y perfectamente ubicado departamento en la ciudad Condal.
Demás está decir que los que llegaron uno o dos días antes, ya habían arrasado con cuanta casa de venta de artículos de motos hubiera en la ciudad.
El departamento estaba repleto de bolsas de nylon tiradas que habían contenido cascos, camperas, guantes y cuanta boludez exista para un motociclista.
No podemos con nuestro genio tercermundista. Tantos años de no poder consumir nos llevan a estas paranoias.

Ariel, gran cocinero y compañero, tiene un primo en Barcelona. Éste sabe y le gusta comer bien. Reservó en un bodegón fantástico. Junto a otros amigos barceloneses conformamos una mesa de más de 20 personas, que deglutimos todas las exquisiteces que estos catalanes saben preparar, regándolas con todos los alcoholes posibles.
Una gran noche para bendecir nuestro viaje. Y una mala noche para nuestros hígados…
Temprano salimos para la rentadora.

Con profesionalidad europea, nos fueron entregando nuestras monturas.
Casi todas nuevecitas, la mayoría poco andadas.
Los preparativos de rigor, y partimos a nuestro primer destino: Andorra.
Había trazado la ruta evitando la autopista, entrándole al principado por el norte, es decir, Francia.
Más largo, pero mucho más lindo.
Paramos a almorzar en un lugar cualquiera, a mitad de camino.
¡Cómo se come en España!
Todo es muy bueno y barato.
Al salir del restorán, advertimos una nube muy negra.

Paramos a uno de las docenas de motociclistas que circulaban (era sábado, y se estaba clasificando para el Moto GP de Catalunya, muy cerca nuestro, por lo que el lugar hervía de motos) y nos confirmaron lo que temíamos: Lluvia más adelante.
Así que nos pusimos los trajes de agua, y a los pocos kilómetros una lluvia pertinaz nos acompañó hasta Andorra.
Estábamos a mitad de camino a nuestro destino, ya en suelo francés, circulando a escasa velocidad por el curvilíneo y húmedo pavimento de montaña, cuando comenzamos a sentir algo inesperado en esas latitudes en Junio:
Frio.
Íbamos acurrucados en nuestros trajes, sin ganas de detenernos a abrigarnos, ya que implicaba sacarse los trajes de lluvia, etc. Así que mientras mi imaginación volaba hacia una taza de chocolate caliente, en uno de los cientos de pueblecitos franceses que atravesamos, veo un cartel que rezaba “Patisserie”.
Nos detuvimos en el pequeño parking del establecimiento, y empapados por la lluvia entramos 12 tipos embarrados, a un pequeño y muy glamoroso cafecito francés.

Las dueñas, para nuestra sorpresa, no se enojaron por el enchastre.
Claro, era gente de montaña. En París hubiera sido diferente…
Bebimos 12 calientes chocolates, acompañados de unas exquisitas facturas francesas, y, ya repuestos continuamos a Andorra.
Antes de llegar al principado, hay un paso de montaña en altura, llamado Pas de la Casa, que se dice es precioso para recorrer en moto.
La intensa llovizna, la posibilidad de nieve en la cima, el cansancio y el frio nos hicieron desistir.
Cruzamos la montaña por el largo y moderno túnel.
El principado es fantástico. Sus viejas casas y su paisaje.

Llegamos a Andorra la velha (quiere decir vieja, no bella), nos quedamos en un muy lindo hotel en plena peatonal, y ya nos fuimos a comprar más cosas de motos a un inmenso local específico.
Aquí los precios son muy, pero muy baratos.
Más carga para nuestras monturas.
A la noche nos fuimos a un precioso restó, donde inauguramos nuestro viaje con un muy buen menú, regado con un mejor vino.
De regreso al hotel y por mi insistencia, todos conocieron las bondades del brandy español.
A la mañana siguiente, estaba previsto partir a eso de las 10 horas.
Mas tours de compras nos demoraron hasta las 12. Confieso que el principal causante fui yo.

Pero compensé la falta comprando una botella de buen brandy para compartir en el viaje.
Salimos con destino a Castejón de Sos. Uno de los tantísimos pueblitos de los Pirineos, elegido solamente por que quedaba a la distancia que pretendíamos recorrer por día: 250 km.
Ya en camino, en el famoso Seu D¨Urgell nos detuvimos por comida y para ver en TV el desarrollo de la carrera de MotoGP.
A partir de allí, un sinuoso camino, bellísimo en sus paisajes nos condujo hasta nuestro destino, obligándonos antes a subir por el Port de la Suert, un lindísimo puerto de montaña con cientos de curvas lentas. Muy estrecho, lo que obligaba a andar con cuidado extremo.

Antes nos detuvimos por unos cafés en un pueblo soñado donde hasta su nombre nos resultó simpático: Gerry la Sal. Los bares (dos) eran tan pequeños como el pueblo Por lo que los doce tuvimos que repartirnos entre ambos, para poder entrar.
Ambas dueñas de bares estaban reñidas, por lo que la situación fue muy risueña.
Peleadas en un pueblo de 72 habitantes…
Aclaro que en los Pirineos existen muchos más puertos de montaña que en los Alpes.
Unas carreteras más antiguas, y de escasa circulación, no ameritan costosos túneles.
Por lo que uno se la pasa subiendo y bajando por cientos de curvas, a cada montaña que aparece. Una delicia

Llegamos al pueblito de Castejón de Sos.
Nuestro hotel (muy bueno) y un restaurant.
No había más nada.
No necesitábamos otra cosa
Comimos como siempre, muy bien,
Terminamos todos en una habitación, bebiéndonos la totalidad de la botella de Brandy que había adquirido pensando que duraría todo el viaje.
Un iluso el comandante.
Buen desayuno, y proa a Lourdes
La ciudad de la virgen

No es que nos moviera mucho la religiosidad. Más bien que el camino hacia Lourdes transcurre por los puertos de montaña por donde circula el Tour de France. Decenas de centenares de buenas curvas.
Apenas salimos de Castejón, un cerrado cañón montañoso nos obligó a detenernos por fotos.
Un poco más adelante, tomamos un desvió que nos llevó varias decenas de kilómetros por un camino rural asfaltado casi sin demarcación, del ancho de un auto, con unos paisajes increíbles.
Pasamos a Francia por el túnel de Bielsa, almorzamos en un pueblito cualquiera, protegiéndonos de la lluvia que cada tanto nos atacaba.
Con lluvia, subimos el Col D´Aspin, uno de los primeros del Tour. Fotos en la cima, donde nos esperaba un rebaño de ovejas, vuelta a bajar y atacamos el Col du Tourmalet, el más famoso de la carrera de bicicletas. La subida fue buena. Pero la bajada alucinante. Más de uno se pasó en una curva...
Llegamos a Lourdes entrada la tarde. Buen hotel en el centro, recorrida por la ciudad, y a cenar en un restó elevado, con vista al rio.
Por la mañana visitamos la gruta.
Miles de fieles
Casi todos de avanzada edad.
Los más acianos (muchos) formaditos en unos carritos individuales con toldos, empujados por monjas.

Una imagen acongojante, ver a tantos viejitos al sol, quietitos pidiendo el milagro de que se les alargue la vida.
Lourdes no me pareció un lugar pleno de religiosidad.
Antes de partir a nuestro cuarto día de viaje, con Ariel el chef pasamos por una charcutería y compramos muy buenos fiambres, más mejores quesos franceses. Una hogaza de pan casero y una botella de vino. Todo el alcohol permitido para doce motociclistas…

El destino era Pau, en Francia, Pau dista de Lourdes solo 60km. Pero había trazado un derrotero de más de 250. Cruzando los pirineos hasta España por los Col du Soleur y Col d´Aubisque, y regresando a Francia por el paso San Martin.
Fantásticos los dos pasos montañosos
En la bajada del segundo, en una pequeña pradera entre dos curvas, encontramos un verde espacio con una mesita de madera y dos banquitos.
Detención del equipo y picnic en plena campiña francesa.
Un poema
En camino hacia España, por paisajes de ensueños paramos en un bar lateral por un café, atendido por su hosco y malhumorado dueño francés.
Allí decidimos no hacer todo el camino pautado.

Estábamos cansados y era tarde. Convinimos llegar hasta la frontera con España, tomar unas fotos y regresar por el mismo camino hasta un cruce que nos llevaría a Pau.
Subimos hasta la frontera a muy buen ritmo (yo diría bastante rápido) e hicimos unas fotos
Al regresar por el sinuoso camino, adelanto a una minivan, lo hace también Alex, mi escolta en toda la primera mitad del viaje, y seguimos bajando fuertecito. Más bien fuertezón.
Cuando llegamos al cruce, aguardamos un tiempo prolongado, pero el resto no llegaba.
Ya preocupados a punto de regresar, llega Héctor.
Nos cuenta que después de que adelantamos a la minivan, por algún motivo el conductor de la misma se distrajo y chocó con violencia la montaña, que era roca pura.
Hubo heridos, no de gravedad, por lo que los doctores Ariel y Bernardo se encargaron de los primeros auxilios, hasta que llegó la ambulancia y la policía, haciendo sonar sus sirenas igual que el dibujo animado del Inspector Clouseau, en la serie de la Pantera Rosa.
Un susto que no pasó a mayores, pero que nos hizo bajar la velocidad a todos.
Llegamos al mal hotel de Pau.
Pero la ciudad preciosa.
Continuará...





Comentarios