2016 Los Balcanes y la costa Dalmata Capitulo 2 de 2
- Marcos Astegiano

- 8 jun 2020
- 6 Min. de lectura
Por la mañana partimos con destino primario la gran ciudad de Split. El camino tomó una sinuosidad increíble.

Placer cnducir por allí, con el omnipresente adriático custodiándonos.
Muchos pueblitos de pescadores interrumpen el camino, obligando a una detención por fotos y por que no, algo refrescante en los barcitos de la zona. Ya el verano europeo a esa latitudes se hacia sentir con fuerza. Mucho calor.
Pasamos por la ciudad de Pirovac, uno de estos ensayos socialistas, llena de monoblocks, con muchas marcas de balazos en sus paredes, recuerdos

de la reciente guerra de los Balcanes.
A Split, una ciudad que vale la pena, no la visitamos. No era nuestro destino final de este día. Solo almorzamos algo rápido, esperando el ferry que nos transportaría a la isla de Hvar (pronúnciese “juar”).
Dos horas de navegación nos depositaron en el puerto de Starigrad.

Desde allí cruzamos la sinuosa isla hasta su capital, la preciosa ciudad de Hvar.
Esta isla conforma un especie de Ibiza del Adriático. Mucha. pero mucha onda, lugar fino si lo hay, que fue refugio de incógnito de las celebridades europeas, hasta que el turismo masivo los ahuyentó.
El casco antiguo es solo peatonal, plagado de bares, restaurants y tiendas. Todo de calidad y junto a una bahía con unas vistas de ensueño.

Bellísimo
Nos encontramos con una pareja de queridísimos sobrinos que estaban paseando por Europa. Así que la cena junto al mar, fue una fiesta.
Por la mañana, recorrimos los angostísimos y ondulantes caminos de la isla, rumbo sur.

La cortamos a lo largo, a una isla que es angosta, por lo que, en las zonas de montaña alta, veíamos el Adriático a ambos lados del camino.
Corto ferry al continente, el calor se tornaba insoportable, así que nos detuvimos en una de las mil playas del camino (en Dalmacia casi no existe la arena, las playas son perfectas, pero de… piedras) y nos dimos un refrescante baño de mar.

Costeamos el bonito delta del Neretva, donde desde la altura de los Balcanes se aprecia todo el valle cultivado, que se riega con este rio. Una belleza. El calor se hacia sentir. Y mucho.
En el fin la guerra de los Balcanes, se negoció que Bosnia Herzegovina tuviese salida al mar. Por lo que, en la costa, hay una lengua de tierra de unos cinco kms de ancho, que pertenece

a Bosnia. Hay aduana de entrada y de salida, por esos cinco kms.
Otra muestra de la estupidez humana existe en todo el orbe.
Continuamos hasta la isla de Ston, donde se cultivan casi todas las ostras que se consumen en Europa. ¿Adivinen que almorzamos?
Terminamos el almuerzo y marchamos. El termómetro del tablero de la BMW varias veces marcó 39 grados. En una moto, con esa temperatura, y el cuerpo lleno de ostras se tornaba insoportable.

Sufrimos los últimos kilómetros hasta nuestro destino, la famosa Dubrovnik.
La ciudad es grande, pero lo que vale es el casco antiguo.
Dubrovnick fue bautizada con este nombre el siglo pasado. Su denominación por siglos fue Ragusa. Primero dominada por los venecianos, Ragusa se independizó y creó un “estado” propio durante siglos. Tenía un moderno sistema de gobierno y su población era básicamente de comerciantes, de mucha cultura para la época. Muy astutos,

siempre repelieron las hordas de bárbaros que asolaban la zona negociando con ellos, nunca guerreando.
Por lo que la ciudad se conservó impecable durante cientos de años. Hasta que un par de siglos atrás un terremoto la desoló. Pero los ragusinos eran tenaces. Así que la reconstruyeron, y se conserva impecable hasta hoy. Soportó el comunismo de Tito con hidalguía.

Conozco muchas, pero muchas ciudades amuralladas de Europa. Me atrevo a decir que ésta es por lejos , la mejor conservada. Con el plus de estar frente al adriático.
Aquí se filmaron (y se filman) centenares de películas temáticas del medioevo. La zaga de El Señor de los anillos se produjo mayormente aquí. Es lugar de culto de sus fans.

Llegamos a la ciudad antigua, donde habíamos rentado una apartamento por un par de días, dejamos la moto fuera de las murallas (solo peatonal) en un parking público, y bajamos y subimos diez mil escalones por la escarpada ciudad, en busca de nuestro apartamento, con casi cuarenta grados de calor, y las camperas de motos puestas, ya que no nos cabía nada más en nuestras manos.
Fastidioso.
Todo se olvidó, cuando después de un buen baño, salimos, muy livianos de ropa a recorrer la ciudad.
Eran como las seis de la tarde, el turismo era escaso, así que disfrutamos cada metro.
Dubrovnik es la perla del Adriático. Y hace honor a ese apodo.
Al día siguiente, salimos a recorrer, y a eso de las once de la mañana, comenzaron a llegar turistas. Por cientos, miles.
Tomaron la ciudad.
¿Qué había pasado?
Llegaron los cruceros. Y con ellos miles de visitantes. Asiáticos en su totalidad.
Huimos con Amalia a las afueras de la ciudad.
Regresamos a la tardecita, cuando sabemos que los cruceros zarpan a invadir otros destinos.
Los ragusinos pudieron detener a los bárbaros. Pero no pueden (o no quieren) evitar las hordas de turistas por mar.

El calor seguía agobiando, así que, si bien disfrutamos Dubrovnick, decidimos no seguir al día siguiente hasta Kotor, en Montenegro.
Implicaba continuar hacia el sur, donde haría más calor.
Después de dos días de gozar la perla del adriático, partimos a las cuatro de la mañana (si, a las cuatro, por la temperatura) para recorrer los 800 kms hasta el parque de Plitvice, en el interior de Croacia.

Unos cientos de kms por la costa, y abandonamos nuestro Adriático con un adiós, hasta pronto.
Seguro regresaremos. Nos fascinó la costa Dálmata.
Para llegar a destino, es más corto si se hace por Bosnia y Serbia. Así que hicimos una rápida aduana y nos adentramos en esos, hasta hace poco, belicosos países.
Las secuelas de la guerra se notan en ellos. Hay pobreza. Mucha comparada con Europa. Aquí se viven las imágenes de los países del este europeo. Parque automotor muy antiguo, infraestructura precaria, etc. Hay mucha diferencia con sus primos croatas.
EL tráfico es penoso, así que se hizo lento, sumado al calor…

Otra vez en Croacia, una impecable autopista nos depositó al mediodía en Jezzera, ya en el parque.
Salir a esa hora de la madrugada valió la pena.
En el parque, que está en altura, la temperatura fue agradable.
¿Qué es Plitvice? Una serie de lagos, en zona selvática y montañosa, en distintas alturas, que drenan sus aguas uno sobre otros, a través de cascadas.
Un trencito te deposita en lo más alto de la montaña, y por unas pasarelas de madera, se camina sobre las aguas, descendiendo lago a lago, observando como se van llenando con el agua proveniente de cascadas idílicas.

Una belleza a nivel mundial.
Mucho turismo
Pero infraestructura a la altura de Disney para contenerlos.
Muy, pero muy lindo
Dos días aquí, en candoroso hotelito en medio del bosque.
Descanso y paz

El séptimo día de viaje, partimos a la cercana Zagreb, que nos recibió con una copiosa y tenaz lluvia.
Dejamos la moto, descansamos en buen hotel, y abandonamos Dalmacia después de más de dos mil kilómetros en moto.
Fantástico.
Volveremos.
Sin dudas.
Termino el relato con anécdota simpática.
Cuando estábamos en Dubrovnick, suena mi celular con un número desconocido. Atiendo, y una señorita me habla en un inglés con mucho acento alemán. Me cuenta que desde hace más de diez días estaba mi bolso en el aeropuerto de Tegel esperando por mí.
Atónito, en mi inglés con acento latino, le digo que no podía ser. Que lo estaba reclamando desde el primer día y me decían que no estaba.
No se que pasó, pero el bolso esta esperando por mi en Alemania mientras yo estuve allí.
Kafkiano
Le pido entonces que lo envíen a Barcelona, donde yo haría escala desde Zagreb hasta casa.
Mis esperanzas de encontrarlo en Barcelona eran escasas.
Nuestro vuelo de Zagreb salió a la una de la madrugada, llegamos a Barcelona a las tres, para a las nueve tomar el Aerolíneas a Argentina.
¿A las tres de la mañana estaría abierta la oficina de objetos perdidos?
Si, lo estaba.
Me enviaron a un galpón gigante, sin luz, donde con la linterna del celular busqué, entre miles (si, miles) de equipajes perdidos, a mi querido bolso.
Murphy mediante, lo encontré al final de todos.
Y para mi sorpresa, con su contenido intacto.
Feliz, partí con mi recuperado bolso lleno de equipo de moto… duplicado.
Por culpa del evento de extravío del bolso quedé con muchos menos euros de lo planificado.
Aún menos cuando en la aerolínea a que me trajo a casa, por llevar dos bolsos, me cobraron exceso de equipaje…
Mendoza, Junio de 2016
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